4 Más uno

NUEVA SERIE #1

Apertura de las 2ª Jornadas de carteles de la EOL

Leonardo Gorostiza

Es especialmente un gusto para mí, anunciar –en nombre del Directorio de la EOL– la apertura de estas Segundas Jornadas de Carteles.

Digo esto porque –el azar así lo quiso– ante la ausencia de Graciela Brodsky, Directora de la Escuela –quien se encuentra fuera del país–, ha quedado a mi cargo decir estas palabras inaugurales, habiéndose producido entonces este efecto que consiste en que nos encontremos en esta mesa: por un lado, los que, hasta la permutación producida a partir de la Asamblea pasada, llevábamos adelante el trabajo en la Secretaría de Carteles y GEM: Ricardo Nepomiachi (Secretario Titular), y yo mismo. Como Secretario Adjunto, y –por otro lado–los que han tomado el relevo de dichas funciones, es decir. Oscar Zack (Sec. Titular) y Adela Fryd (Sec. Adjunta).

De esta manera, creo podemos decir, nos encontramos ante algo así como una puesta en acto del procedimiento de la permutación en esta mesa de apertura, lo cual es muy adecuado al día de hoy ya que, tal vez, la mayoría de los trabajos que hoy se presenten –no todos–, habrán de implicar también, el punto final, la conclusión de un recorrido dentro de un cartel, y por lo tanto su disolución. Disolución a partir de la cual se abre, precisamente, el tiempo de la permutación.

No voy a extenderme mucho y menos aún hacer de esto una presentación formal “protocolar”, ya que nada estaría más alejado, nada más ajeno al genuino espíritu del cartel, del espíritu de trabajo del cartel que una presentación formal. Muy por el contrario, es a una Jornada de trabajo, de trabajo efectivo y sostenido que transcurra en ese clima de entusiasmo, de “torbellino” como decía Lacan, es a una Jornada así que queremos hoy convocar.

Hay, sin embargo, un punto en el cual lo “formal” sí tiene que ver con el cartel, un punto en donde podría incluso decirse que el cartel es extremadamente formal: el punto que hace de este instrumento que Lacan nos dejara, un órgano de trabajo estricto y finamente formalizado para llevar adelante una experiencia de trabajo que permite operar también –como el análisis, y no obstante sus diferencias– un cambio de posición subjetiva con respecto al saber.

El cartel es, desde esta perspectiva, una forma –en tanto puramente simbólica–, una forma vacía. Una forma que no adquiere vida sino por la presencia de los deseos de saber –dicho esto en términos amplios– y de trabajo, de aquellas personas dispuestas a llevar adelante una empresa.

Podemos entonces hablar de “la vida del cartel” en oposición a lo que de “muerte” tiene una forma simbólica vacía. Y esta “vida del cartel” es algo absolutamente propio e irrepetible de cada cartel, de su recorrido. De esta vida –esto lo hemos reiterado desde el Directorio a través de la Secretaría de Carteles–, de esta “vida”, la Escuela, en tanto decide no tener una actitud vigilante o de intervención sobre los carteles, de esta ”vida” solo podemos tener atisbos, indicios. Tal vez, como ocurrirá durante la Jornada de hoy, índices, como pueden serlo los trabajos que cada uno habrá de presentar.

Y es en relación con esto que quiero hacer tan solo una puntuación sobre el aspecto de la formalización del cartel en donde creo puede situarse con claridad esta articulación entre la forma y la vida del cartel. Podemos llamar a este punto: Cartel y nombre propio.

Probablemente muchos de Uds. sepan que una acepción del término cartel remite a la escritura egipcia. Efectivamente, los egiptólogos llaman cartel o cartela a una especie de cuerda anudada en un extremo, con forma de óvalo o rectángulo de ángulos romos, que encierra un cierto tipo de jeroglíficos. El cartel o cartela tiene la función de indicar que lo que allí adentro está escrito, lo que el óvalo encierra en un nombre propio. Especialmente el nombre de reyes o faraones. Además, fue gracias a dos nombres propios –el de Cleopatra y el de Ptolomeo–, así aislados por Chapollion (recordemos que Lacan llama a Freud no un “Cristóbal Colón” sino un “Champollion”) pudo descifrar los jeroglíficos de la piedra Rosetta.

Desde esta perspectiva entonces, podemos decir que el cartel, literalmente, es el marco en donde –se puede ver eso en el Catálogo de Carteles– se inscriben nombres propios. El nombre de cada uno de aquellos que se compromete a un trabajo: cinco nombres propios en cada cartel y en donde ninguno –¡tampoco el más uno!– es el nombre de un Rey o de un Faraón. Sino que es el nombre que cada uno porta y con el cual decide asumir una posición diferente con respecto a la elaboración de saber. Una posición diferente a la posición del anonimato que es propia de la masa y que es la que se reproduce cuando el líder-profesor, ofrece la papilla del saber ya predigerida a sus alumnos.

Pero además esta especie de recuperación –podríamos decir– del nombre propio, la formalización del cartel exige un paso más. El paso que implica “con lo propio” hacer un trabajo que sí es colectivo. Y para esto, para que el trabajo de elaboración pueda ser “en equipo”, cada uno de los miembros del cartel debe “inventarse un nombre”, lo que podemos llamar un nombre de trabajo. Esto no es sino lo que llamamos el “rasgo temático”, un S1 que implica aquello que a lo largo del desarrollo del cartel habrá de ser cuestionado, interrogado y por qué no –si hablamos antes de Champollion– descifrado. Este paso, el que va del nombre propio de cada uno al nombre propio del trabajo, es precisamente lo que figura al final del Catálogo bajo el título “Temas de trabajo”.

Si lo leen desde esta perspectiva verán que efectivamente, al lado de cada nombre propio se inscribe cada nombre de trabajo inventado; y algunos –que están en varios carteles– se inventan varios nombres. Y es precisamente de interrogar ese nombre –y aquí podemos situar la importancia del deseo que da vida al cartel habitando esa forma vacía–, es de interrogar ese nombre que un saldo, un plus-de-saber podrá surgir: el producto propio de cada uno que hoy vamos a escuchar a través del desarrollo de las mesas.

Por último, quisiera señalar algo que a veces es dejado de lado: el valor, casi de acontecimiento subjetivo, que puede tomar el hecho de la presentación de un trabajo responsabilizándose de ello con su nombre propio. Es probable que en estas Jornadas esto pueda ocurrir a algunos, y es por eso que quería indicar y subrayar que, más allá de cierto efecto “narcisístico” y de reconocimiento –que en sí mismo no me parece objetable– más allá de eso, hay algo mucho más esencial y que dicha dimensión no debe ocultar: un cambio en la posición subjetiva con respecto a la elaboración de saber.

En el mismo sentido también es probable que estas Jornadas se constituyan –para aquellos que no son miembros o adherentes de la Escuela– en una oportunidad para dar a conocer su trabajo Enel seno, en el interior de la Escuela. Esto también será una manera de poner en acto lo que venimos repitiendo desde hace dos años acerca del cartel como una “vía de entrada a la Escuela”.

Es decir, una vía de entrada desde adentro y a través de l trabajo, siendo las Jornadas un lugar privilegiado, aunque no el único para que el trabajo de cada uno sea dado a conocer.

Antes de concluir, no quiero dejar de dar la bienvenida a los colegas del interior del país que hoy nos acompañan.

Augurando una Jornada de trabajo en donde algo de la “vida” de los carteles pueda recrearse a través de las discusiones en las distintas mesas y en donde la red de un saber sin amo pueda verse surgir, declaro entonces abiertas estas Segundas Jornadas de Carteles de la EOL.