4 Más uno

NUEVA SERIE #1

Angélica Marchesini

En cierta ocasión, el matemático Blaise Pascal recurrió a la siguiente frase para dar comienzo a una carta. “He hecho esta carta más larga de lo usual porque no tengo tiempo para hacer una más corta”. Como hombre de ciencias, Pascal no hizo más que reconocer lo difícil que resulta resumir y concretar con exactitud aquello que queremos decir.

¿De qué hablamos cuando nos referimos a ese aspecto de ir al grano, de abordar el corazón de cualquier asunto, sin entretenernos tanto en rodeos? En El lugar y el lazo, Jacques-Alain Miller introduce el concepto de “rasgón”, como algo que atraviesa y nos conduce en esa dirección. Miller plantea que lo que causa su transmisión es “un desgarro en el saber” y lo compara con el “rasgón” que se producecuando el entramado de una tela se daña de manera accidental.

Ante la consulta de Nueva Serie deLa 4+1 sobre cuál ha sido el rasgón que me orientó antes y después del pase, creo que un inicio de respuesta debe aludir a mi familia de origen, a la que me referí en uno de mis testimonios. Yo era la única mujer y la menor de la familia, entre hermanos que se dedicaban a las ciencias exactas, o naturales, que manejaban un conocimiento en el que todo era preciso.

En las primeras etapas de mi formación, una de mis preocupaciones era preguntarme si el psicoanálisis era o no una ciencia. En Freud encontré que él consideraba al psicoanálisis como una ciencia empírica semejante a la biología. Luego, ya inmersa en Lacan, leí cómo en una oportunidad afirmó que el psicoanálisis no era una ciencia, aunque señalando que sí se verifica por su eficacia, y otra decena de veces sostuvo que sí lo es, definiéndolo como una ciencia conjetural.

Creo, sin ahondar en los detalles, que mis búsquedas estaban orientadas hacia algo relacionado con la precisión. Ese rasgón atravesó el análisis, estuvo presente a lo largo de toda mi formación, y también en el pase. En mi recorrido ingresé a la Escuela, luego a la Sección Clínica y tomé parte del primer cartel “Modelos y esquemas en la enseñanza de Lacan”,en el que leíamos el Curso “1, 2, 3, 4” de J.-A. Miller, con Graciela Brodsky como Mas Uno. Por entonces buscaba teoremas, demostraciones, cierta argumentación lógica. También había comenzado a estudiar con Carlos Ruiz, un matemático con el que estuve vinculada durante más de una década.

En ese estilo lo que buscaba era encontrar un sentido directo, esclarecer a Lacan, intentar ir al meollo de los conceptos y sus problemas, por medio del camino de la conformación de carteles. Así, encontré una enseñanza de Jacques Lacan, una formación hecha a la medida de uno, en la que uno es agente en la búsqueda de saber, partiendo de aquello que no se sabe.

Fue entonces en el cartel –ya sea como Mas Uno o como integrante– donde encontré un lugar privilegiado para mi formación. Tal como lo señala Miller, [1] el cartel como órgano de la Escuela implica una orientación hacia la apetencia de saber, empujada por una relación siempre renovada con la propia ignorancia. Uno moviliza lo que sabe en torno al rasgón, para llevarlo hacia aquello que no sabe. En esa búsqueda, en varias ocasiones fue difícil ir derecho al grano.

Tanto en mi vida como en el dispositivo analítico, siempre hubo un gusto por ir al núcleo de la cosa: buscaba –y disfrutaba– evitar los desvíos en el hilo de lo que decía, intentando no apartarme demasiado del eje, para acceder a lo crucial de aquello que necesitaba comunicar. Esa búsqueda, también, suponía hacer lo contrario a la madre, definida por los inmensos blablás. Del mismo modo, en la enseñanza evitaba arborizarme, ya que creía que nunca lograba alcanzaba la claridad y precisión que me proponía. Y es ese propio rasgón el que uno pone en juego a la hora de enseñar cómo ir al quid de la cuestión.

El trabajo de reducción que implica el pase muestra cómo éste no se edifica sobre un relato exhaustivo de la experiencia. Desde el mismo inicio del análisis concebí el horizonte del pase ya que, más allá de los efectos de formación en lo que estuve muy concernida, pensaba que uno es psicoanalista como producto de la experiencia analítica, y a lo largo de ese trayecto estuvo presente algo de mi rasgón. Así, el procedimiento cobraba aún más peso en términos de legitimación, como un dispositivo que resultaba en cierta “ilusión de autenticidad”.

Que la “hystoria” se ajustara tanto a la precisión era una ilusión, en todo caso, un poco efímera. El esfuerzo era que la reducción de la trayectoria del análisis se tradujera a una lógica encarnada en un cuerpo.

Lacan proponía al cartel como remedio… para que la elaboración, de algún modo, esté inserta en una microsociedad, y no simplemente como un método de aprendizaje… [2] En esa definición, el cartel resulta un dispositivo de investigación y avance del Psicoanálisis vinculado a la Escuela. En lo personal, mi rasgón fue una llave para acceder a mi perspectiva del psicoanálisis, para reconocer que hay un borde opaco al sentido que las ficciones no hacen más que bordear, y que no hay ninguna posibilidad de poder cubrir ese rasgón entre saber y goce.

NOTAS

  1. Miller, J.-A., Propuestas interrogativas sobre la Escuela. La Lettre mensuelle Nº 91. 1990.
  2. Miller, J.-A., La fuga del sentido. Buenos Aires. Paidós. 2012, p. 422.