4 Más uno

NUEVA SERIE #1

Ética del cartel o Del siete al cuatro más uno

Gustavo Stiglitz

“El lugar del cartel en la Escuela depende de lo que cada uno haga del cartel”. [1]

Agradezco a la Secretaría de Carteles la invitación a participar en este tema.

Comienzo con algunas cuestiones generales que encuentro en el curso de Jacques-Alain Miller, Causa y consentimiento en relación con la ética, aplicables al cartel.

Para abordar luego lo que muy bien señala el epígrafe: lo que cada uno hace en el cartel.

Dice Miller que la ética implica ir “contra el hábito y la rutina” [2] y “reconducirnos de lo familiar a lo extraño”. [3]

¿No es el cartel un dispositivo especial para conseguir tales efectos en la formación de un analista? En ese sentido podemos plantear una ética del cartel.

Ir de lo familiar de la repetición de ciertos conceptos que habitualmente están en relación con tales otros –en una rutina lenguajera que no permite el surgimiento de un decir propio– al “rasgón”, [4] para ir directamente al planteo de la Secretaría. Eso esperamos del trabajo en un cartel.

El rasgón es un desgarro en el saber de cada uno, como un “siete” en la ropa. “Un desgarro producido por algo que engancha”. [5]

¡Cuatro más uno, siete! Algo así debería ocurrir cuando uno se junta a trabajar en un cartel.

Digo uno en un cartel, porque el rasgón producido por algo que engancha sería lo único generalizable en el punto de partida, todo lo demás deberá escribirse y como la escritura afecta a un cuerpo, de allí en más lo que ocurra será irrepetible.

Cuatro más uno, siete –o a la inversa a partir del rasgón– siete, entonces cuatro más Uno, podría ser un modo de nombrar la transferencia de trabajo que sostiene un cartel.

¿De dónde parte esta idea de la transferencia de trabajo en Lacan? Del “Acto de fundación” de la EFP el 21 de junio de 1964, en donde leemos: “la enseñanza del psicoanálisis solo puede transmitirse de un sujeto a otro por las vías de una transferencia de trabajo”. [6]

El cartel nace con el “Acto de fundación”, y la dimensión del acto lo atraviesa desde la decisión de practicarlo, pasando por su inscripción en la Escuela, hasta la escritura de un producto.

Hasta podemos utilizar la fórmula lacaniana de la “Proposición…” y decir que un cartelizante se autoriza por sí mismo –a trabajar en un cartel– no sin sus compañeros de aventura. Porque un cartel es una aventura.

Que solo pueda transmitirse de un sujeto a otro, quiere decir a otro, a otro y a otro, lo que abre a una relación con el todos del grupo analítico que es abierto. Hay una transmisión para todos los que participan de carteles, pero no de manera directa de uno a todos, sino de uno a otro, a otro y a otro.

La transferencia de trabajo es para Lacan, justamente, “inducir en otro y en otro un trabajo que tomaría la posta del suyo”. [7]

Un grupo que no es un grupo

En el Cierre de las Jornadas de Estudio de Carteles de la Escuela Freudiana en 1975, [8] Lacan presenta al cartel como un grupo que se encuentra fuera del conjunto de los grupos, que se opone a la comunidad religiosa, especialmente la judeocristiana.

Es un grupo porque agrupa personas para la realización de un trabajo.

Pero está fuera del conjunto de los grupos –especialmente los religiosos– porque desafía, contraría su lógica en dos puntos fundamentalmente: el número limitado y el nombre propio.

Las comunidades religiosas, dice allí Lacan, no soportan el número reducido. El anonimato que preside a dichas comunidades, “es algo que debe hacerles presentir que en este pequeño número (el del cartel) hay un lazo con el hecho de que en este pequeño grupo cada uno porta su nombre”. [9]

Es que el cartel es un modo herético de agrupamiento. No por nada al comienzo pensó que el tres era el número adecuado de cartelizantes, como en su nudo.

Hay una operación que –en los buenos casos– se produce en el cartel y que tiene que ver con el tres.

La herejía comienza con la idea de que “el lenguaje no es ningún saber, sino que es efecto del significante Uno”. [10]

El saber es consecuencia del otro significante que no forma cadena con el primero, hasta que se lo descifra. Tenemos el Uno, el Dos y el desciframiento que hace Tres.

Uno llega al cartel enganchado al S1 efecto del rasgón, que lo interroga, se sirve de los S2 que se ponen a circular allí, ¿para qué? Para conseguir un forzamiento a partir del rasgón, que produzca algo a partir del agujero en el saber. Y un forzamiento más y el cartelizante escribirá algo, si puede.

Philippe Girard, participante en aquellas jornadas definió muy bien al cartel como tentativa para evitar dos tipos de agrupamientos sociales: “los totalitarios, con los fenómenos de identificación que comportan y una figura que tiene actualmente (1975) difusión, la del liberalismo”.

Girard vio en el cartel un instrumento para evitar los efectos de masa y “también para no naufragar en una república de los “egos”, igualdad ficticia evidentemente”.

Es decir, el cartel como forma de sustraerse a los dos tipos de masa contemporáneas: la del Uno totatilario y totalizador y la del individualismo de masas con su tiranía del goce.

Amor

Sin duda, el amor participa en gran medida en el trabajo en cartel.

Hay la dimensión de la contingencia del encuentro, por más que conozcamos a nuestros compañeros.

La novedad de ese amor la ubico –sirviéndome del excelente argumento de Ram Mandil para el próximo X ENAPOL– en la dignidad.

El amor en la transferencia de trabajo se opone a la degradación del parloteo y, por otro lado, la fórmula freudiana de la sublimación: “elevar el objeto a la dignidad de la Cosa”, nos permite pensar una transferencia de trabajo sostenida en un amor que incluye lo real como imposible en el saber.

La máquina cartel

En el cartel en el mundo, Miller, [11] plantea la idea del cartel como “máquina de guerra contra el didacta y su pandilla”.

Podemos extenderlo a máquina de guerra contra el malestar, el del aislamiento sin duda, en esta época, pero también contra el discurso universitario y contra el avasallamiento del discurso de la ciencia aliado al del capital.

En la Orientación Lacaniana se trabaja, se produce y se transmite con el cartel. Como cuando decimos que hablamos con nuestro cuerpo.

Lacan siempre acentuó el sentido de instrumento de la preposición “con”, por sobre el de compañía. Aunque hoy, en medio de una pandemia y aislamiento creo, al menos en lo personal aunque estoy seguro de que no soy el único, se trata también de la compañía.

¿Qué decir del destino del amor en la transferencia de trabajo?

¿No hay, como en el análisis, una liberación de la transferencia en la que el más uno queda desprendido como resto del cartel?

Nudo cartel-pase

Examinemos la propuesta del Rasgón como anudamiento entre dos experiencias: la del cartel y la del pase.

Un rasgón importante surge en mi análisis con la caída del sujeto supuesto saber –muy lejos aún del final– cuando el significante de la transferencia que lo sostenía “la mujer que sabe” es aniquilado por apenas una coma y un signo de pregunta. “¿La mujer, qué sabe? ¡Ah, la escritura!

Esto iluminó dos cuestiones.

Por un lado, la búsqueda de saber con valor fálico y sus limitaciones, incluso lo vano del esfuerzo por encontrar la pieza ausente del puzzle que intentaba completar.

Fue el instante de descubrir que “la última pieza no falta, viene por definición justo antes de la que falta”. [12] Me parece una bella imagen literaria para decir que con las piezas significantes que cada uno pone en juego en su análisis, solo arribamos al borde de lo indecible.

Por otro lado, iluminó una oscuridad que no por ello dejó de ser oscura. Pero al menos estaba allí, surgiendo iluminada como tal: oscura.

La pregunta en sí se reveló como la pieza que obturaba la verdadera falta, lo imposible de decir del goce femenino, que de esa manera entraba en el análisis.

En análisis y en el cartel, la pieza ausente, la que está justo antes del agujero en el saber, cuando alcanza a escribirse, comanda el trabajo que lleva del aislamiento en lo familiar al lazo con lo extraño.

Se trató de un momento de pase durante el análisis, no del pase al final, que incidió en el modo de practicar el cartel.

NOTAS

  1. Tarrab, M., Una política por el cartel, entre ideal y Wirklichkeit “realidad efectiva”. Jornadas de carteles. Santa Fe. 3 de julio de 1999. EOL. Publicaciones online.
  2. Miller, J.-A., (1987-1988) Causa y consentimiento. Buenos Aires. Paidós. 2019, p. 13.
  3. Ibídem.
  4. Miller, J.-A., (2000-2001) El lugar y el lazo. Buenos Aires. Paidós. 2013, p. 13.
  5. Ibídem.
  6. Lacan, J., Acto de fundación. Otros escritos. Buenos Aires. Paidós. 2012.
  7. Ibídem.
  8. Lacan, J. Cierre de las Jornadas de carteles de la EFP. Versión del blog El psicoanalista lector, de Pablo Peusner
  9. Ibídem.
  10. Lacan, J., (1973-1974) “El seminario 21”. Clase del 4 de diciembre de 1973. Inédito.
  11. Miller, J.-A., El cartel en el mundo. Intervención de Jacques Alain Miller en la Jornada de Carteles de la ECF. 8 de octubre de 1994. Disponible en: wapol.org
  12. Bello, A., Elogio de la pieza ausente. Barcelona. Anagrama. 2001, p. 143.