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NUEVA SERIE #2

XXX Jornadas Nacionales de Carteles de la EOL - La arquitectura del cartel

Mesa plenaria: La escuela y la experiencia del cartel

La Escuela y la experiencia del cartel
Fernando Vitale
, Director de la EOL 2020-2021

En primer lugar, quiero felicitar públicamente a Viviana Mozzi y, por su intermedio, a todos los colegas que han colaborado para que estas XXX Jornadas Nacionales de Carteles 2021, que se organizaron bajo el título de La arquitectura del cartel, pudieran realizarse hoy.

Como pudieron ver, a diferencia del año pasado, ya más cancheros con el uso del Zoom, nos animamos a más, y por eso decidimos jugarnos a incluir las imprescindibles mesas simultaneas, para que cada uno de aquellos que lo desearan, pudiera esta vez presentar su producto en las Jornadas.

A mí siempre me interesa ir un poco al contexto en que advienen los significantes que luego usamos cotidianamente. Ir un poco a contrapelo de esa maldición que hace que puedan transformarse poco a poco –como decía Lacan parafraseando al poeta Mallarmé– en esas monedas gastadas que nos pasamos en silencio de mano en mano.

Esos significantes no están allí desde siempre en el Otro del Otro esperando ser descubiertos, son el resultado de un deseo, de una invención.

Dice Miller en el texto de referencia que nos propuso Viviana Mozzi, que el hecho de que el cartel sea contemporáneo a la fundación de su Escuela nos obliga a preguntarnos en qué su invención, es congruente con la Escuela a la que aspiraba Lacan.

Pero también dice algo más, dice Miller que una de las fuentes que probablemente lo inspiraron, fue justamente un síntoma que leyó en el discurso universitario. En el año 64 la idea del trabajo en el pequeño grupo, fue algo que surgió en La Sorbona de la mano de los estudiantes de letras como respuesta al malestar que les producía el funcionamiento del saber en ese espacio discursivo. Pero dejemos eso ahí por el momento.

Siempre me impactó lo que Lacan plantea en "Situación del psicoanálisis" en 1956 cuando dice que su experiencia en la lPA le hizo ver algo en lo que Freud no se había interrogado y que es lo siguiente: "la cuestión de las vías particulares que la transmisión de su doctrina exigía de la institución que debía asegurarla".

Detengámonos un momento. ¿Por qué habría de tener relación la transmisión de la doctrina psicoanalítica, con el modo de organización que se dan los analistas para cumplir la función en la que se han comprometido?

Recordemos que, en la "Proposición…", Lacan afirma que con el concepto de Escuela piensa que instituyó una sola novedad, la distinción de la jerarquía y los grados, y que esa sola novedad implicaba, nada más ni nada menos, que la solución del problema de las Sociedades analíticas.

Dice entonces que él ve una relación no circunstancial sino intrínseca entre el atascamiento y las desviaciones que sufría el psicoanálisis, con la jerarquía que reinaba en esas sociedades.

¿Pero qué es la jerarquía?

La noción de jerarquía es un modo de organización sostenido a su vez en una noción de valor. El establecimiento de una jerarquía es lo que permite organizar y ordenar a un conjunto de individuos en una escala subordinante según la unidad de medida en que se establezca su lugar relativo dentro de una estructura.

Como vemos no es otra cosa que el grupo organizado por la lógica del Todo; es decir, cómo la política que ha organizado a los conjuntos humanos, al menos desde el nacimiento del discurso del amo. Nada raro, ni extraño entonces, por supuesto.

Pero ¿por qué eso podría convertirse en un veneno para la supervivencia del psicoanálisis?

La respuesta que da Lacan, es que el saber en esa lógica no puede funcionar sino como puro valor de cambio y quedar inserto entonces en el despliegue incesante del juego de prestancia y astucia competitiva inherentes a ella.

Nunca se está seguro de estar al abrigo de ello.

Ese no era para Lacan el funcionamiento del saber necesario para hacer avanzar al discurso analítico. Al saber al que aspiraba, lo llamó en cambio saber alegre. Nominación enigmática –por supuesto– si tomamos en cuenta que es el mismo término con que se nombró a un tipo particular de poesía, la poesía amorosa de los trovadores del medioevo.

Dejo eso ahí y pasemos entonces al cartel.

Si el cartel, no que es, sino que podría aspirar a funcionar como un dispositivo inventado para tratar el efecto de grupo y permitir la transferencia de trabajo propiamente analítica, es porque pienso que, si funciona, lo que como dije no está nunca garantizado, a cada uno allí, más que un espacio en el que hacerse valer con el saber, lo que se le ofrece es la posibilidad de que al saber recibido lo pueda renovar por su ejercicio como dice Lacan.

Si el saber no se renueva por su ejercicio, se transforma en un saber seco solo apto para alimentar los semblantes del sujeto supuesto saber.

Renovar a ese saber por su ejercicio cuesta, tiene un precio, no ocurre si cada uno no pone algo de sí para incorporarlo, para que su valor sea el que le proporciona su uso.

El valor de uso que puede tener el saber del psicoanálisis para cada uno, cuando se lo intenta hacer pasar a lo real por su ejercicio, es siempre abierto, singular, incomparable, y fundamentalmente extra comercio porque permanece por fuera del alcance de cualquier patrón con que se intente medirlo.

¿Pero entonces, qué tipo extraño de dones son los que los integrantes de un cartel se intercambian entre sí? ¿Será que dan lo que no tienen?

Para terminar, lo que me parece importante no olvidar es que el cartel, lejos de cualquier formalismo ritualizado, fue uno –no el único sino uno– de los instrumentos forjados por Lacan para intentar extraer al saber necesario para la supervivencia del psicoanálisis de la lógica todo y su inevitable funcionamiento como valor de cambio.

La experiencia de cartel, cuando se produce, nos puede permitir hacer avanzar nuestro entendimiento de la dimensión real que sostiene eso que nombramos como transferencia de trabajo. Muchas gracias.