4 Más uno

NUEVA SERIE #4

El rasgo, lo colectivo y la disolución

Ezequiel Nepomiachi

Este breve escrito es un precipitado de la experiencia de mi primer cartel, una elaboración provocada por el comité de redacción de la revista virtual La 4+1.

Para comenzar, creo que cabe aclarar que en este primer cartel trabajé con colegas -salvo una, que fue quien me invitó a participar- con los que nunca había intercambiado una palabra. A su vez, el cartel estaba compuesto por colegas de distintas latitudes del país, lo que obligó a tener la mayoría de las reuniones virtuales. Sin embargo, la distancia no impidió que tuviéramos también algunos encuentros presenciales. Por último, la novedad que constituyó la experiencia del cartel cobra relevancia para mí especialmente tras muchos años de trabajar en distintos ámbitos universitarios donde no existe el dispositivo del cartel y donde prima, pienso ahora retrospectivamente, la lógica del grupo.

El rasgo

Una primera marca fundamental de mi primer cartel es el encuentro con la elaboración de un rasgo por parte de cada uno de los participantes.

En el inicio cada uno planteó qué le interesaba trabajar en torno al tema elegido. Una primera operación del cartel allí fue transformar el tema en una pregunta que organizaría el trabajo y las conversaciones. Así, algo del saber supuesto, completo y ubicado en el Otro cedía y daba lugar al agujero en el saber. De un interés, un área de reflexiones, nos íbamos con una pregunta, sin respuesta. De ese modo se apuntaba a implicar a cada uno en la elaboración de respuestas posibles.

Por otro lado, la escucha de lo que quería trabajar en el cartel no apuntó a "corregirme" ni a indicar lo que debería leer para subsanar mi ignorancia sobre el tema. No se trataba entonces del saber en el lugar del amo del discurso universitario, si no de otra cosa. Los señalamientos iban más bien en la dirección de decir mejor, de "bien decir" lo que aparecía como un proyecto de elaboración a partir de mis intereses e intuiciones. Llegué con algunas ideas sueltas y me fui con mi "rasgo" que sintetizaba de un modo preciso el nudo de lo que había intentado balbucear en ese primer encuentro. Así, con el rasgo, sin saber muy bien donde estaba el blanco, se lanzaba la flecha, y con ella, el entusiasmo por investigar, elaborar y, por qué no, producir un texto para compartir.

Lo colectivo

Por distintas contingencias, cuando se acercaba la fecha prevista para una de las reuniones de trabajo, algunos cartelizantes dieron aviso de que no podrían asistir. La intervención del más-uno llamó poderosamente mi atención: "Si no vamos a poder estar todos, mejor postergar el encuentro".

Con la invitación a escribir sobre mi experiencia en mi primer cartel, creo poder captar ahora lo que estaba en juego allí y que ilumina la dinámica de nuestros encuentros. Leo los planteos de Miller en torno al grupo Bourbaki y creo que se trata de eso. En el dispositivo del cartel, lo fundamental no es el encuentro de cada uno con el más-uno, ni se trata de reproducir la lógica de la relación maestro-alumno. En el cartel, la figura del más-uno está más cerca del modelo de Sócrates, que, como dice Miller, "ha quedado en las memorias por las elaboraciones que provocaba en sus interlocutores". De ese modo, creo, el más-uno propicia la lógica Bourbaki: "está el que lo dijo, el que lo hizo decir, y el que se dio cuenta que era importante"[1].

Queda del lado de cada uno la elaboración y la producción que pueda hacer de aquello que aconteció.

Así, en el cartel, lo colectivo pone en juego una dinámica de lo "impropio" que, a su vez, preserva el espacio para la enunciación singular.

La disolución

Por último, quisiera mencionar un punto vinculado a la disolución del cartel que tuvo para mí un efecto, diría, analítico.

La emergencia de un real precipitó la disolución del cartel, (que es, de todos modos, programada). Fue para mí, un baldazo de agua fría. Luego de un tiempo de trabajo, y de haber podido producir trabajos y habernos visto y escuchado en las Jornadas de Carteles, mi sensación era que ahora sí estaba "realmente cómodo" en el cartel. Había algo del grupo, de los lazos que se consolidaban, una dinámica que se "aceitaba". Pensaba… esto recién comienza. ¡Y pum! A otra cosa mariposa, el cartel se disolvía.

La disolución me permite ubicar una de las diferencias entre el cartel y el grupo. Creo que esa lógica "aceitada" se transforma muchas veces en el "pegoteo" del que habla Lacan en "Decolaje o despegue de la Escuela" y en "El señor A."[2] con relación a los grupos. De lo aceitado del cartel a lo pegoteado del grupo no hay más que un breve paso y creo que la disolución y la permutación atacan ese punto. Así, la disolución va en contra de "la inercia del encuentro, del grupo de estudio, del grupo consolidado que no permuta"[3].

NOTAS

  1. Miller, J.-A. (1986) "Cinco variaciones sobre el tema de la «elaboración provocada»", Revista virtual de Carteles, La 4+1, en: https://cuatromasunoeol.com/sv/referencias.cinco-variaciones-sobre-el-tema
  2. Lacan, J. (1980) "Decolaje o despegue de la Escuela"; "El señor A.", Revista Escansión, nueva serie, n. 1. Bs. As., Manantial, 1989, pp. 22-29.
  3. Wolodarsky, D. (2000) "Una ética del cartel", El Caldero de la Escuela, n. 81. Bs. As., Escuela de la Orientación Lacaniana.