4 Más uno

NUEVA SERIE #4

El cartel como experiencia de Escuela o Impregnarse de Escuela*

Silvia Salman

La invitación a retomar un texto, que presenté hace doce años en unas Jornadas Nacionales de Carteles de la EOL y que titulé en aquel momento "Hacer la experiencia", es sin duda una experiencia por sí misma. La dimensión de la experiencia requiere de lo nuevo. Cuando estamos a nivel de la experiencia, no hay saber previo, el saber siempre está por venir. De modo que recibí esta propuesta como una invitación a leerme -junto a ustedes- de otro modo. Y leer de otro modo requiere siempre agregar un cierto fuera de sentido, un cierto vacío que hace aparecer una nueva lectura. Este trabajo con ustedes es entonces una oportunidad para decir algo nuevo. Y se los agradezco.

¿Cómo leerme?

Elegí enmarcar esta relectura a partir de un intercambio con Anamaris Pinto y su experiencia de cartel, en la que ella me comentaba sobre el trabajo que estaban realizando los organizadores de estas Jornadas.

La cito: "nos preguntamos sobre como podemos pensar hoje uma série de frases repetidas incesantemente, como por ejemplo: «o cartel é porta de entrada para Escola»,«o cartel é um órgão de base da Escola»,«o cartel é uma máquina de guerra contra o didatismo»".

En primer lugar, quiero decir que si una experiencia de cartel nos despierta del automaton, de lo que creemos entender y de lo que creemos saber, estamos en la buena orientación de lo que Lacan propuso a quienes lo acompañaron cuando fundó la Escuela: la indicación de someter a un control interno y externo el trabajo que se prosigue en la Escuela. Y para ello inventó y alentó el uso de los dispositivos del cartel y del pase.

Para la ejecución del trabajo de Escuela propone adoptar el principio de una elaboración sostenida en un pequeño grupo, al que designa cartel. Es decir que el cartel es un medio para alcanzar ese trabajo. Un medio y no un fin… lo retomaré más adelante. Pueden leer esta formulación en los primeros párrafos de su "Acto de fundación". Lacan comienza por ahí.

Entonces, me sirvo de estas fórmulas repetidas para releer el texto que escribí en aquel momento y renovar la experiencia de cartel en la Escuela. Creo que de estas frases podemos desprender tres importantes temas de interés bien actuales para las Escuelas de la AMP, y así interrogar la experiencia contemporánea del cartel:

  1. La entrada o la admisión a la Escuela
  2. El trabajo o la producción de discurso analítico en la Escuela
  3. La enseñanza o la transmisión en la Escuela

Admisión, producción de discurso y transmisión

1. Hacer la experiencia de la entrada

Considerar al cartel como puerta de entrada insinúa de inmediato una cierta topología que interroga tanto al cartel en tanto dispositivo, como a quienes lo conforman: ¿Dónde localizar al cartel en el territorio de la Escuela? Y también ¿dónde localizar a quienes integran los carteles? Ya que algunos son miembros de la Escuela, otros son asociados, otros participantes de los Institutos, otros solo están vinculados a la Escuela por su condición de cartelizantes. De inmediato diré, que en tanto participamos de la experiencia de cartel, todos estamos en la misma posición, ya que el cartel es una aplanadora de las jerarquías y los grados.

Y, sin embargo, no es lo mismo ser miembro de la Escuela que no serlo. Y eso incide en las demandas de admisión. Lo que despierta una serie de preguntas respecto de lo que la inscripción del cartel en la Escuela inscribe para cada cartelizante. Y allí considero que puede desplegarse esta topología: para algunos el cartel los inscribe dentro de la Escuela, otros permanecen un poco afuera tal vez en una cierta extimidad con ella. Algunos se asientan en un borde o también en un alrededor -o incluso en un círculo como lo propuse en abril en París para pensar una instancia de los carteles en la AMP-. Pienso que vale la pena reflexionar sobre los modos de inscripción en la Escuela a partir de la experiencia de cartel.

En todo caso, cuando Lacan lo propuso como un principio de trabajo para impulsar el psicoanálisis, primero en Francia y luego en el mundo, él quería que quienes ingresaran a la Escuela lo hicieran a nombre propio y como miembro de un cartel. Era lo deseable para la admisión a la Escuela de Lacan estar inmerso en la experiencia del cartel. De allí la idea de la puerta de entrada. Aunque, por otra parte, es verdad que Lacan consideraba que no se había llegado a una verdadera realización de la práctica de los carteles en su Escuela, al menos así lo expresó en la reunión del 13 de abril de 1975 de las Jornadas de carteles de la EFP.

¿Acaso en nuestras Escuelas hemos llegado a esa realización? Estas Jornadas indican que sí y sin embargo la pregunta por la actualidad del trabajo en el cartel nos insiste… tal vez podamos conversar sobre cuáles son esos signos que insisten.

Ahora bien, ¿en dónde hunde sus raíces esta propuesta de Lacan? A la necesidad de sindicarse (de hacer sindicato) que la Asociación internacional promovía, Lacan procuró inspirar lo que llamó: las ganas de ex-sisitir, de intoxicarse de Escuela -tal como lo señala en "Decolaje"[1].

Sindicato y ex-sistencia son dos modos bien diferentes de estar con otros, o por la vía del grupo que son más bien los efectos de grupo o por la vía del uno por uno que es nuestra brújula en todo.

El concepto de sindicato permite identificar a una organización de gente trabajadora, que se reúne para defender sus intereses económicos, profesionales y sociales. Una resonancia directa a la SACMDA que Lacan supo interpretar en su texto "Televisión" como la Sociedad de Asistencia Mutua contra el Discurso Analítico.

¡Maldita SACMDA![2] No quieren saber nada del discurso que los condiciona, decía Lacan en esa intervención. Esta modalidad mutualista de reunión, les permite soportar solidariamente lo que tiene de inquietante y de imprevisible la experiencia del inconsciente. Por eso Lacan introduce el "contra" con la letra C de SAMCDA, es el contra el discurso analítico. ¡Todos unidos contra lo imprevisto![3].

Si esta manera de estar juntos expresa la resistencia a la producción de discurso analítico, entonces, ella desmiente la naturaleza propia de la experiencia analítica que podemos concebir como una experiencia hecha de puntos de imposibles.

Ahora bien, la dimensión de la experiencia a la que me referí en el 2012 con el sintagma "hacer la experiencia", nos permite abordar esa otra manera de estar con otros, distinta a la del sindicato, y que Lacan definió como ganas de ex-sistir.

Tomo la noción de ex-sistencia que J.-A. Miller propone en su curso "El lugar y el lazo"[4] por ser precisa y sencilla a la vez. Ex-sistencia significa que se sostiene fuera de. Allí hace referencia al carácter de ex-sistencia que le dio a la última enseñanza de Lacan, que se sostiene fuera de la enseñanza que no es la última. Designándola con este término, aísla un corte que individualiza esa última enseñanza de Lacan.

Retomo de esta manera la noción de vacío a la que me referí en aquella oportunidad.

¿Cómo leer las ganas de ex-sistir cuando se trata de entrar a la Escuela por el cartel? Más que los efectos de grupo, que siempre alimentan los procesos identificatorios, allí se trataría de mostrar o de demostrar la existencia del uno por uno, que es lo que califica a la experiencia como singular. Ganas de ex-sistir fuera del universal… ganas de ex-sistir fuera del grupo… ganas de ex-sistir fuera de las identificaciones.

Efectivamente es un corte que nos individualiza, y esto en el seno de un colectivo. La individuación, por otra parte, pone de relieve el modo sinthomático de insertarse en ese colectivo del trabajo de Escuela. El rasgo con el cual nos inscribimos en un trabajo de cartel también. Y la admisión a la Escuela toma en cuenta esta experiencia de individuación o si quieren de sinthomatización, de cómo ella incide en la formación del candidato que además quiere que dicha formación provenga de la Escuela.

En una intervención de Ram Mandil en la NEL del año pasado, Ram decía que el sínthoma toma valor de Escuela, no recuerdo si lo decía exactamente así, pero lo entiendo, en lo que me ha quedado de esa resonancia, como la incidencia de cada singularidad en la efectuación del trabajo de Escuela y viceversa, un ida y vuelta.

Para concluir por el momento con este punto, vuelvo a la puerta de entrada.

Más allá de si la golpeamos desde afuera o desde adentro, si ella está más cerrada o entreabierta, si está pintada o despintada, entrar a la Escuela por el cartel -que recordemos es lo esperable para la Escuela de Lacan- es entrar a partir de un trabajo y no de una cualidad: como lo son un título, una pertenencia o un recorrido. Un trabajo ya hecho en alguna experiencia de cartel, sí, como muchos de los que hoy presentan sus productos, pero fundamentalmente un trabajo por hacer. En este sentido la entrada por el cartel es una apuesta, una apuesta a que se trabajará para hacer existir la Escuela, es decir para hacer existir el psicoanálisis.

A la promesa de trabajo (del candidato), la Escuela responde con la apuesta (el ingreso de los nuevos miembros).

2. Hacer la experiencia del trabajo

La segunda frase repetida, la del cartel como órgano de base de la Escuela, la voy a interrogar a partir del trabajo o la producción de discurso analítico en la Escuela.

"Para la ejecución del trabajo adoptaremos el principio de una elaboración sostenida en un pequeño grupo…"[5], así Lacan propone el cartel en su "Acto de fundación" de la Escuela, no como un fin, si bien está íntimamente ligado a la formación, sino como un medio, un medio para ejecutar un trabajo. Es decir que el trabajo de la Escuela pasa por el cartel. Claro que podemos preguntarnos ¿a qué llamamos trabajo de la Escuela? Pregunta que seguramente no tendrá una respuesta unívoca, aunque sin duda podamos coincidir en algunos puntos.

El cartel del pase, por ejemplo, es un medio para llevar adelante el trabajo de un dispositivo inventado por Lacan para verificar que hay analista. En este sentido, los carteles del pase son órganos de trabajo para que el psicoanálisis avance.

Hay el cartel responsable de organizar estas Jornadas. Así se han servido del dispositivo cartel para ejecutar su trabajo y hoy vemos los efectos de este trabajo. En la EOL, desde hace algunos años también se conforma un cartel para dirigir las Jornadas Anuales y asegurar el trabajo de Escuela para hacer avanzar la teoría del psicoanálisis.

A su vez, a los nuevos miembros que ingresan a la Escuela se les propone cartelizarse para hacer un trabajo sobre textos políticos del psicoanálisis de la orientación lacaniana. En este caso el cartel es el instrumento al servicio de la formación y la transmisión de una política del psicoanálisis de la orientación lacaniana a sus miembros.

En fin… se trata de una herramienta muy eficaz para llevar adelante el trabajo de Escuela, porque el cartel conjuga de un modo sin igual, el lazo social que da impulso a la producción, con la palabra contingente de cada uno[6]. Y lejos de empujar a la integración y a la homogeneidad, el cartel conjuga ese modo de lo colectivo que agujerea las identificaciones como lugar de pertenencia, con esa forma singular de la enunciación, allí donde cada uno habla como uno.

Lacan se refirió a la transferencia de trabajo en el "Acto de fundación"[7], para señalar que la enseñanza del psicoanálisis solo puede transmitirse de un sujeto a otro por las vías de una transferencia de trabajo. Sabemos mucho más sobre el trabajo de la transferencia que es soporte de la experiencia analítica, que sobre lo que es la transferencia de trabajo que sin embargo se encuentra en los fundamentos mismos de la fundación de la Escuela de Lacan y que Miller empujó hasta hacer de ella un concepto analítico.

En un texto de su libro recientemente publicado Cómo se terminan los análisis, J.-A. Miller contornea este tema. En "Una observación acerca del atravesamiento de la transferencia" dice: "La transferencia de trabajo es una transferencia al trabajo… aquel que dirige su transferencia a su trabajo, es aquel que espera de su propio trabajo el esclarecimiento que piensa que le está faltando, a él y a los otros"[8]. ¿No les parece que hace resonancia con lo que se produce en el corazón mismo de una experiencia de cartel?: esperar del propio trabajo el esclarecimiento que me falta a mí y a los otros. Podemos compartir e intercambiar si esto sucede y de qué manera.

Y esta referencia que acabo de compartir con ustedes, la menciona en relación al pasante, allí dice: ¿Por qué se nominaría analista de la Escuela (AE) a alguien que no estaría animado por esta transferencia? (la transferencia de o al trabajo)… Aquel que secretamente no tiene transferencia con su propio trabajo, que no espera nada del mismo, es aquel que sustrae, no cita nunca y prepara su cocina con los restos del Otro al que se identifica.

Es decir que el cartel y el pase son los dispositivos que Lacan inventó para hacer manifiesta la transferencia al trabajo. En el cartel particularmente, se trata de incitar a otros a trabajar y que ellos acepten el desafío de transmitir algo a la Escuela. ¡Allí seremos todos iguales! Todos estaremos en carteles y habrá permutación[9]. Por ello el cartel es una máquina de aplastar las jerarquías, cada uno a su trabajo, tanto los recién llegados como los que están en la puerta por entrar o los que ya están acomodados. ¡En una Escuela uno no se jubila![10] nos advierte Miller.

Además, recordemos que, en el "Acto de fundación", cuando Lacan señala que los que vendrán a la Escuela se comprometerán "a cumplir una tarea sometida a un control interno y externo" -que ya mencionamos-, agrega que: "Se les asegura a cambio que no se escatimará nada para que todo cuanto hagan de válido tenga la repercusión que merece y en el lugar que convenga". Efectivamente es una invitación a producir fragmentos de discurso analítico y a hacerlos resonar en la comunidad analítica en los lugares que la Escuela se de para hacerlo: jornadas, congresos, publicaciones, etc.

Entonces, y para concluir provisoriamente este punto, el cartel, en esa conjunción inédita entre lo individual y lo colectivo, es tanto creador como verificador de transferencia al trabajo. Porque el discurso analítico no puede sostenerse con uno solo, lo que no implica de ninguna manera que pueda haber enunciación colectiva.

Hacer la experiencia de trabajo en un cartel, es poder conversar con otros, pensar con otros, no para entendernos sino para salir de nuestra jerga psicoanalítica, para poner en suspenso los sentidos establecidos y poder crear nuevos estilos de decir. Se trata de una política de la enunciación en la que cada uno se autorice a partir de uno mismo y de algunos otros y también de aquello que lo causa.

3. Hacer la experiencia de la transmisión

Interroguemos ahora la tercera frase repetida: el cartel como máquina de guerra contra el didactismo.

Si volvemos a apoyarnos en la propuesta de Lacan en su "Acto de fundación" de que la enseñanza del psicoanálisis solo puede transmitirse de un sujeto a otro y por la vía de la transferencia de trabajo, eso delimita un campo para esta enseñanza.

¿Cómo definir este campo? En principio decir que lo que este campo fundamentalmente inscribe, es que la transmisión es de uno a uno y no de uno a todos. De uno a uno es evidentemente lo que introduce la práctica misma del psicoanálisis que transcurre de uno a uno. Y es de este uno a uno que se desprende el carácter analítico de esa transmisión. A diferencia del discurso del amo o del discurso universitario en los que la transmisión, si la hay, o la enseñanza, ocurre a partir del dominio del uno a todos.

Es lo que transmitió J.-A. Miller en la conferencia de abril 2022 al finalizar la Gran Conversación virtual sobre "La mujer no existe", para anunciar el próximo Congreso de la AMP "Todo el mundo es loco".

Pienso que la experiencia de cartel puede elaborarse en este horizonte, una enseñanza que se produce en el interior del trabajo de cartel y que contiene a los efectos que ella misma genera. De este modo, la experiencia de cartel sigue la pendiente del uno a uno, incluyendo al más-uno en está pendiente: nadie podrá capitalizar su estado de más-uno para volverse más-dos, más-tres, más-cuatro, etc, por el contrario, si se fue más-uno se volverá la base del próximo cartel[11]. Y allí reside el estilo analítico del cartel, donde lo que toma relieve es la enunciación que es la de cada uno.

Hace tiempo me interesé por una expresión de Lacan que se encuentra en el Seminario 5 Las formaciones del inconsciente y se refiere al "escándalo de la enunciación". La trabajé para la primera noche preparatoria al Congreso de la AMP 2020 que se realizó en la EOL y que compartí con Jesus y Ram entre otros, esa vez la tomé en relación a los sueños que era el tema de ese Congreso que no pudo ser. Y el año pasado la trabajé en una noche de Consejo en la EOL para referirme a los efectos de formación.

Hoy quiero retomarla con ustedes porque me sirve para pensar la experiencia de cartel en general y en particular respecto de esta última frase repetida que estamos interrogando, en la perspectiva de lo que en la Escuela produce enseñanza.

En esa clase del Seminario 5 Lacan recorre una a una las formaciones del inconsciente. Cuando estudia el Witz, y en particular el freudiano, resalta el efecto mayor de producir un significante nuevo (famillonario). En tanto se trata de "algo nuevo en el decir", este fenómeno inesperado se hace presente como un "escándalo de la enunciación"[12]. Efectivamente, es un escándalo. Y especialmente, para uno mismo. ¿Cómo pudo salir eso de mí?

El cartel es un lugar fértil para hacer surgir ese escándalo, especialmente porque mantiene abierto y activo un punto de no saber alrededor del cual gravita la experiencia. En el uno a uno del lazo colectivo, la contingencia de mi palabra hace su aparición para escandalizarme y escandalizarnos. Mientras que cuando estamos en la situación del uno a todos, esa dimensión de la palabra casi está garantizada de no aparecer, ya que el todos arrasa con el uno, y el saber del amo arrasa con el propio saber leer.

El discurso analítico no tiene vocación de universal y hace del no-todo, su referencia esencial. Por ello es deseable una Escuela del decir[13], que se distingue profundamente de una Escuela de los dichos.

La experiencia de cartel promueve entonces lo que llamaré una "Escuela del bien decir y saber leer", que no se defiende del real en juego en el psicoanálisis y que hace de esa experiencia un instrumento para poder soportar lo que ella misma produce. A eso llamaba en esa ocasión el escándalo de la formación que implica producir enunciación.

Una enunciación encarnada, sea bajo la forma de un apartado o de un rechazado o también de un disperso descabalado, para tomar algunos significantes a los que Lacan se refirió para caracterizar al psicoanalista que habita la Escuela. Porque el resultado de un análisis siempre hace del psicoanalista una especie de "separado", como un estado civil. Separado suficientemente de sus significantes amos, separado también suficientemente de sus identificaciones y de sus modos de gozar. Es de forma separada que el psicoanalista permanece en el seno de los colectivos, como un resto refractario[14]. Y refractario es lo que resiste sin cambiar de estado, ni descomponerse, y en eso tiene algo de rebelde.

Podemos decir que la experiencia de cartel invita a rebelarse de la buena manera, rebelarse a los discursos establecidos, rebelarse a los dixit y rebelarse también a los estándares de la formación. De este modo podrá emerger una enunciación que nunca será igual a otra, lo que a veces inquieta… y que aún así es necesario adquirir: una cierta potencia de la palabra, la suya propia[15].

El cartel como un aparato de producción de la potencia de la palabra del cartelizante, es una bella fórmula para concluir este punto.

4 más-uno: Impregnarse de Escuela

En estos tiempos de pandemia se apoderó de mí el significante "impregnar", como una manera de nombrar un cierto afecto en el cuerpo que no podía precisar de otro modo. Al comienzo de estos años de pandemia les decía a algunos colegas y amigos, tengo el cuerpo impregnado de pandemia… Impregnar es hacer que una sustancia quede adherida a la superficie de un cuerpo.

Pienso que Lacan inventó el cartel como un modo de impregnarse a la Escuela o si quieren, de que nos dejamos impregnar por ella ¿Y cómo se adhiere esa sustancia Escuela a nuestros cuerpos? Hay distintos modos de impregnarse, tantos como cartelizantes hay. Y así con la sustancia Escuela adherida a cada cuerpo, se configura una transferencia al trabajo, en la que cada uno se inscribe a su manera, pero enlazado a los otros por el discurso analítico que ella vehiculiza.

La lucidez analítica de permanecer separado en el seno de lo colectivo, podría ser un modo de nombrar esa transferencia al trabajo que el cartel propicia. Una lucidez que impulsa a un hacer lo que hay que hacer: esa es la fórmula que usa J.-A. Miller para referirse al deseo del analista en su curso Sutilezas analíticas[16].

¿Y qué sería hacer lo que hay que hacer en una Escuela? Cualquier respuesta siempre será heterogénea y dispar si proviene de la singularidad de cada quien. Sin embargo, hacer de "lo analítico" el significante amo[17] que nos liga, sirve como instrumento para formarnos como psicoanalistas en la dimensión de una experiencia donde el saber siempre está por venir y vale solo para uno[18].

Lo que no impide que podamos compartirlo.

NOTAS

* Intervención en las Jornadas de Carteles de la EBP Sección Minas Gerais, Belo Horizonte, Brasil, agosto de 2022

  1. Lacan, J. (1980) "Decolaje o despegue de la Escuela", Escansión, nueva serie, n. 1. Bs. As., Fundación del Campo Freudiano, Manantial, 1989, pp. 22-25.
  2. Lacan, J. (1974) "Televisión", Otros escritos. Bs. As., Paidós, 2012, p. 545.
  3. Miller, J. -A. (2000) "Intervención sobre el mutualismo", La erótica del tiempo y otros textos. Bs. As., Tres Haches, 2001, pp. 70-71.
  4. Miller, J.-A. (2000-01) El lugar y el lazo. Bs. As., Paidós, 2013, p. 21.
  5. Lacan, J. (1964) "Acto de fundación", Otros escritos. Bs. As., Paidós, 2012, p. 247.
  6. Aramburu, J. (2000) "Los carteles y la Escuela", El deseo del analista. Bs. As., Tres Haches, p. 314.
  7. Lacan, J. (1964) "Acto de fundación", op. cit., n. 5, p. 254.
  8. Miller, J.-A. (1990) "Una observación acerca del atravesamiento de la transferencia", Cómo se terminan los análisis. Bs. As., Grama, 2022, p. 146.
  9. Miller, J.-A. (1989-90) El banquete de los analistas. Bs. As., Paidós, 2000, p. 217.
  10. Ibid., p. 156.
  11. Ibid., p. 217.
  12. Lacan, J. (1957-58) El Seminario, Libro 5, Las formaciones del inconsciente. Bs. As., Paidós, 2001.
  13. Miller, J.-A. (2000-01) El lugar y el lazo, op. cit., n. 4, pp. 19-20.
  14. Miller, J.-A. (2008) "Perspectivas de política lacaniana", Freudiana, n. 55. Barcelona. ELP-Catalunya, 2009, pp. 85-93.
  15. Miller, J.-A. (2011) "El Uno totalmente solo", clase del 11 de mayo de 2011, inédito.
  16. Miller, J.-A. (2008-09) Sutilezas analíticas. Bs. As., Paidós, 2011, p. 55.
  17. Miller, J.-A. (2000) "Intervención sobre el mutualismo", op. cit., n. 3, p. 69.
  18. Miller, J.-A. (2007-08) Todo el mundo es loco. Bs. As., Paidós, 2015, p. 337.