REFERENCIAS


DE CARTELES

El Señor A.

Jacques Lacan

El señor A.., filósofo, que surgió quién sabe de dónde el sábado pasado y me dio la mano, hizo que me volviese a surgir un título de Tristán Tzara.

Eso data de Dadá, es decir no de las zalamerías que comienzan con Littérature - revista a la que no le di una sola línea.

Se me imputa de buena gana un surrealismo que está muy lejos de mi talante. Lo probé no contribuyendo a él sino lateralmente, ya tarde para hacer rabiar a André Breton. Debo decir que Eluard me enternecía.

El señor A. no me enternece, pues me hizo acordar del título: El señor A, el antifilósofo. Eso, eso me pasmó.

En cambio, cuando le pasé a Tzara, que vivía en el mismo edificio que yo, calle de Lille número 5, La instancia de la letra, no le dio ni frío ni calor. Y yo que creía decir algo capaz de interesarlo. Pues bien, en absoluto. Fíjense cómo se engaña uno.

El único delirio de Tzara era con Villon. Así y todo, él desconfiaba de este delirio.

Yo no precisaba para nada que delirara conmigo. Ya hacían eso unos cuantos. Y eso dura todavía.

Como no todos ustedes estuvieron conmigo el sábado y el domingo, porque no todos ustedes son, gracias a Dios, de mi pobre Escuela, no tienen idea de adónde puede llegar, el delirio sobre mí.

Lo que me da esperanzas es que Tzara acabó por desentenderse de François Villon, igual que yo, además.

Este señor Aa es antifilósofo. Es mi caso.

Yo me sublevo, por decirlo así, contra la filosofía. De lo que no caben dudas, es de que es cosa terminada. Aunque me temo que le va a rebrotar algún retoño.

Estos rebrotes se producen a menudo con las cosas terminadas. Miren esa Escuela architerminada: hasta ahora, había en ella juristas convertidos en analistas; pues bien, ahora está quien se hace jurista por no haberse hecho analista.

Y además, jurista de camelo, como se las cantó claras Pierre Legendre.

¿Tengo que ser más preciso? De ningún modo pienso disolver la Escuela Normal Superior, donde en una época encontré la mejor de las acogidas.

Mi rayo cayó justo al lado, calle Claude Bernard, donde había instalado la Escuela mía, con local puesto.

En cuanto a la Causa freudiana, no tiene más mueble que mi buzón. Indigencia que ofrece muchas ventajas: nadie me pide que dé seminario en mi buzón.

Es menester que innove, dije - con la reserva de agregar: no totalmente solo. Lo veo así: que cada cual colabore en ello.

Vayan. Júntense varios, péguense unos a otros el tiempo que haga falta para hacer algo y disuélvanse después para hacer otra cosa.

Se trata de que la Causa freudiana escape al efecto de grupo que les denuncio. De donde se deduce que sólo durará por lo temporario, quiero decir - si uno se desliga antes de quedar tan pegado que ya no pueda salirse.

Esto no exige gran cosa:

  • un buzón, véase más arriba,
  • un correo, que hace saber qué, en ese buzón, se propone como trabajo,
  • un congreso o, mejor, un foro donde eso se intercambie,
  • por último, la publicación inevitable, al archivo.

Además se necesita que junto con eso instaure yo un remolino que les sea propicio. Eso o el pegoteo seguro.

Fíjense cómo lo digo de a poquito. Les doy tiempo para comprender. ¿Comprender qué? Yo no me jacto de hacer sentido. Tampoco de lo contrario. Pues lo real es lo que se opone a eso.

Rendí homenaje a Marx como inventor del síntoma. Sin embargo, este Marx es el restaurador del orden, por el solo hecho de que reinsufló en el proletariado la dimensión/la dicha-mansión (dit-mension) del sentido. Bastó con que, al proletariado, lo llamara así.

La Iglesia aprendió su lección, esto es lo que les dije el 5 de enero. Sepan que el sentido religioso hará un boom del que no tienen ustedes la menor idea. Porque la religión es la guarida original del sentido. Es una evidencia que se impone. A los que son responsables en la jerarquía más que a los demás.

Intento ir en contra, para que el psicoanálisis no sea una religión, aunque tienda a ello, irresistiblemente, al suponerse que la interpretación no opera sino por el sentido. Enseño que su resorte está en otra parte, principalmente en el significante como tal.

A lo cual resisten aquellos a quienes le da pánico la disolución.

La jerarquía no se sostiene sino por administrar el sentido. Por eso no pongo a ningún responsable en el banquillo sobre la Causa freudiana. Con lo que cuento es con el remolino. Y debo decirlo, con los recursos de la doctrina acumulados en mi enseñanza.

Paso a las preguntas que se me hicieron a mi pedido.

No veo por qué iba yo a objetar que se formen cartels de la Causa freudiana en Quebec. Aclaro: con la única condición de que se le notifique al correo de dicha Causa.

¿El Más-Uno se sortea? - me pregunta Pierre Soury, a quien contesto que no, los cuatro que se asocian lo eligen.

Me escribe también esto que les leo:

"En cuanto a los mil de la Causa freudiana, al comienzo se formarán cartels por elección mutua y después, mediante una redistribución general, se reconstituirán por sorteo en el seno del conjunto grande. Lo cual implica que, entre los mil, cualquiera puede verse movido a colaborar en grupo pequeño con cualquier otra persona".

Le hago notar que no es esto lo que dije, ya que de estos mil, que por otra parte son más, por el momento no invito a formarse en cartels sino a los no miembros de la Escuela. Así pues, no hay "conjunto grande". Y no implico sorteo general, sino sólo para componer las instancias transitorias que serán los puntos de referencia del trabajo.

Dicho esto, felicito a Soury por formular la colaboración en la Causa de cualquiera con cualquiera. Es, en efecto, lo que se trata de obtener, pero a término: eso tiene que remolinear así.

Algún otro se inquieta por lo que quiere decir precisamente ser un A.E. a la altura. El que me lo

pregunta es un A.E. Pues bien, que relea mi Proposición de octubre de 1967. Verá que esto supone al menos abrirla.

Otro me pide que articule la relación de lo que he llamado el pegoteo, con la que Freud llama, refiriéndose a la represión, fijación. Aparte, es una persona que no se conformó con enviarme esta pregunta, sino que adjuntó textos. A decir verdad, no me los envió, me los dejó ayer, en mi casa.

Se trata de Christiane Rabant, que quedó impresionada, me dice, por lo que llegué a articular respecto de la carta de amor.

¿Qué es lo que se fija? El deseo, que, por estar tomado en el proceso de la represión, se conserva en una permanencia que equivale a la indestructibilidad.

Es éste un punto sobre el cual he insistido hasta el final, sin dar el brazo a torcer.

En esto el deseo contrasta totalmente con la labilidad del afecto. La perversión es al respecto harto indicativa, puesto que la fenomenología más simple pone claramente en evidencia la constancia de los fantasmas privilegiados.

Sin embargo, aun cuando muestra el camino, desde el origen de los tiempos, no nos abre su entrada, ya que fue necesario Freud. Fue necesario que Freud descubriese primero el inconsciente para que llegase a ordenar en esta senda el catálogo descriptivo de esos deseos, dicho de otra manera: la suerte de las pulsiones - como traduzco yo Triebschicksale.

Lo que se trata de establecer es el lazo de esta fijación del deseo con los mecanismos del inconsciente.

A ello precisamente me dediqué, puesto que jamás pretendí superar a Freud, como me imputa uno de mis corresponsales, sino prolongarlo.

Responderé el tercer martes de abril a los demás. Preguntas, todavía pueden enviarme. No me canso de ellas.

Los hay de la Escuela que quieren hacer unas Jornadas sobre el trabajo de la disolución. Estoy a favor. Para eso hablen con Colette Soler, Michel Silvestre, o Eric Laurent. Digo esto a los miembros de la Escuela.

Versión en idioma original: Monsieur A (Francés)

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