NOCHES


DE CARTELES

5 de Julio de 2018

“El más uno, un tratamiento de las identificaciones”

El pasado 5 de julio tuvo lugar en la sede de la EOL, la Primera Noche de Carteles 2018, antesala de las XXVII Jornadas Nacionales de Carteles.

Fueron invitadas a presentar sus trabajos: Kuky Mildiner, Cynthia Barreiro Aguirre, Ángeles Córdoba y Roxana Vogler, con la coordinación de Walter Capelli, Secretario de Carteles de la EOL.

Kuky Mildiner ubicó que la reunión de psicoanalistas siempre mantuvo despierto a Lacan, porque además de ser productiva e importante, siempre ha traído problemas.

Ella se pregunta desde dónde interpretar los efectos del grupo, cómo quedar más allá de los efectos imaginarios y de la identificación de masa; cómo ir más allá de la sacralización del psicoanálisis y de los conceptos psicoanalíticos.

Señala que el invento de Lacan del cartel en su fórmula “cuatro más Uno”, es un modo privilegiado de responder a estas preguntas.

El cartel fue designado por Lacan como órgano de base. Significativamente -señala K. Mildiner-, en los dos puntos límites. En 1964 cuando nace la Escuela de Lacan, como en 1980 con la disolución de la Escuela y la Fundación del Campo Freudiano.

Cita un texto de Javier Aramburo “Décollage”; trata sobre uno de los escritos, cuando Lacan en 1980 resolvió disolver su Escuela.

Del texto dice que décollage se puede leer como desencolado o como despegue de la Escuela, despegue que mantenía pegados como un collage a los miembros, como un sindicato que impide cualquier crítica reduciendo a un conformismo que la devalúa.

K. Mildiner nos señala que Lacan propone a la Causa Freudiana como la que se sostiene no en la sindicalización, sino en la existencia en un Real que no hace todo.

El cartel conjuga el lazo social que permite la producción con la palabra contingente de cada uno. Rompe el anonimato de la causa y la irresponsabilidad burocrática de lo colectivo, afirma K. Mildiner.

Señala dos indicadores para poder hacer con los efectos de grupo hacia donde el Más Uno tendría que apuntar en su trabajo: romper con la dispersión de las errancias y con el individualismo de la suficiencia.

Ubica la secuencia que implica el cartel: pegarse para trabajar producto de cada uno y despegue.

Nos dice que habrá críticas dentro del cartel y en las Jornadas, que no hay un saber acabado. La enseñanza se transmite no de un sujeto a otro, sino por las vías de la transferencia de trabajo.

Cita la frase respecto de las identificaciones al grupo: “…porque es seguro que los seres humanos se identifican a un grupo; cuando no se identifican a un grupo, están fallados, están para encerrar. Pero no digo por eso a qué punto del grupo tienen que identificarse” (L. Sem. R.S.I.). K. Mildiner nos dice que esta frase es siempre una gran incógnita, que cada vez intentamos cada uno responderla. Es inevitable juntarse con los otros para elaborar el saber. Entonces adónde identificarse: “…al punto en que con los otros me sé descompletado por lo real”, cita a M. Tarrab en un texto sobre el cartel.

El Más Uno es alguien aparte, es en más, nos dice. Neologismo que rompe con el sentido, lo dispersa a favor de una invención en más, añadida.

El Más Uno estaría no para cerrar la hiancia de lo real y sus impasses que impiden un saber atesorado en la impotencia de lo acabado, sino al contrario, para sostenerla, para abrirla. Induce a que los participantes se formulen buenas preguntas. Así, el cartel sería una caja de resonancia donde se hace escuchar el eco de un decir particular.

Se pregunta, cómo pensar la paradoja de la singularidad en el cartel. Las palabras son colectivas, pero serán marcadas por la singularidad como siendo del sujeto cuando hace agujero en el texto del otro.

Nos da un ejemplo de cómo el cartel puede ser un tratamiento de las identificaciones. Nos cuenta que una cartelizante comentó que había dejado de escribir por el momento, efecto de una pregunta que surgió del cartel, por el lugar de su enunciación en la producción. Nos aclara que se trataba de alguien que produjo siempre un trabajo interesante.

Ángeles Córdoba tituló su trabajo “El cartel, una experiencia de Escuela”.

Refiere que Lacan destaca en el cartel el lugar del Más Uno como la persona encargada de la selección, discusión y destino que se reservará al trabajo de cada uno; sin caudillismo ni jerarquía.

Nos aclara que el cartel es el lugar donde se pone a prueba el compromiso de cada uno con la Escuela y con la causa freudiana mediante dos vías: la relación con otros y la relación al saber. Ubica dos reales: lazo y formación.

El éxito de los trabajos en el cartel dependerá de cómo se ha dado el lugar diferencial del Más Uno y del tratamiento de las identificaciones y sus restos en los grupos, agrega A. Córdoba.

Del Más Uno: es sobre quien recae la tarea de provocar la elaboración de saber. Cita a J. A. Miller quien propone que el sintagma “elaboración provocada” tenga el valor de “despertar”.

Se pregunta cómo encarnar ese lugar. Recorta tres orientaciones de J. A. Miller: 1) desviación del principio de recurrencia, el Más Uno no se añade al cartel más que descompletándolo. 2) el discurso de la histeria es el que conviene a la elaboración de saber; hace trabajar y trabaja, le corresponde insertar el efecto sujeto en el cartel. 3) obtener que los miembros incluido él mismo tengan estatuto de S1. Este enjambre de S1 está bien formado cuando cada miembro trabaja a partir de su propio rasgo. El saber no es el saber supuesto y la identificación no es identificación imaginaria.

Á. Córdoba nos dice que el cartel introduce la lógica colectiva en la Escuela. A partir del trabajo con los otros obtenemos además de efectos de grupo y de identificación imaginaria también un lazo con la causa.

Entiende que la lógica colectiva es bajo el modo de la sospecha y no de la fascinación hipnótica, a partir de la lectura que hace E. Laurent sobre el tema. Debajo de la hipnosis y la fascinación identificatoria de los grupos está lo radicalmente fuera del Otro, se pregunta cómo hacer con ese Real.

Nos comenta que en el cartel en el que participa, E. Laurent compartió una de sus reuniones en la que se trabajó sobre Identificación grupal y lazo a la Escuela. En la que surgió la pregunta sobre cómo tratar la identificación sin el ideal de reducir la identificación a cero. Él subrayó la importancia de cernir los restos y ubicó que más vale transferencia a partir de lo real del odio que con relación al amor al saber.

Cynthia Barreiro tituló su trabajo: “El Más-uno, la contingencia de un encuentro”. Comienza abriendo una lectura equivoca respecto al título propuesto para la noche. Se pregunta si la coma ubicada entre el Más-uno y un tratamiento, indica que es el Más uno el que tiene a su cargo un tratamiento de la identificación en el pequeño grupo. O bien la coma sugiere que decir El Más-uno, es lo mismo que decir un tratamiento de la identificación, uno en el lugar del otro. Aunque la diferencia es muy sutil, no es lo mismo pensar que el Más-uno tiene a su cargo un tratamiento de la identificación, a afirmar, con la garantía colándose allí, que el Más-uno es un tratamiento de la identificación, nos aclara.

Refiere que a partir de la propuesta le surgieron varias preguntas tales como: ¿qué hace que un cartel funcione de la buena manera?; ¿Cómo se introduce un obstáculo a la homogenización a la que tiende el pequeño grupo? ¿Cómo descular, si fuera posible, a qué punto del grupo, uno se identificó?

Luego se remitió a los textos fundacionales, recordando que Lacan en el Acta de fundación de 1964, plantea que “…La enseñanza del psicoanálisis no puede transmitirse de un sujeto al otro sino por las vías de una transferencia de trabajo”. Queda explicitado un trípode constituido por la formación del analista, ese pequeño grupo llamado cartel y la Escuela, agrega.

Cynthia Barreiro despliega su recorrido personal sobre la experiencia de conformar un cartel, a lo largo de tres escansiones en las cuales ubica rectificaciones subjetivas que acompañaron cada tiempo.

Primer tiempo: La elección del cartel, subjetivar la Escuela.

¿Por qué iniciar un cartel? Suponerle un saber al Más-uno. Los cinco miembros de ese cartel quedamos identificados al saber supuesto, nos dice. Más adelante, una segunda experiencia de cartel desde otro lugar, más orientada por al decir de Lacan “…el punto de partida de todo nudo social se constituye, (…), por la no-relación sexual como agujero” (L. Seminario R.S.I.). Ella dejó de dirigirse a un Otro al que le suponía un saber absoluto, cerrado, sino un Otro con quien conversar.

Segundo tiempo: La paradoja del cartel puesto a prueba.

Inscribirse como cartelizantes, elegir y nombrar a alguien Más-uno, no garantiza que se ponga en marcha el trabajo de cartel. ¿Qué hace que funcione de la buena manera?, se pregunta. Mantener la tensión paradojal inherente a todo cartel, apoyados en la noción de identificaciones no segregativas propuestas por Eric Laurent (E. Laurent en reunión de cartel con nuevos miembros). ¿Cómo se propicia que el lazo se sostenga en lo heterogéneo? En principio es necesaria la elección del rasgo que cada uno quiere poner al trabajo. El Más-uno favorece dicha diversidad, facilita la conversación, destaca y realza los pequeños productos, de cada encuentro y de cada uno. Mantiene en vilo la diferencia que hace a la singularidad de cada integrante.

Tercer tiempo: Permutación

¿Cómo no quedar pegoteados en la identificación al grupo?, ¿cómo se termina un cartel que funciona tan bien? Algún elemento se fue cambiando, no solo el tema sino uno de los miembros. La enseñanza del Más-uno en acto, tratando la identificación, la sanción: “el cartel tiene que terminar, si no se permuta seriamente algunos elementos, ya no alcanza con el cambio de tema…”

Con respecto a su pregunta, si el Más-uno es un tratamiento de la identificación, nos dice que se responderá cada vez, una vez concluido el cartel.

Roxana Vogler tituló su trabajo “No sin los otros”.

Menciona lo señalado por Lacan en ocasión de la Primeras Jornadas de Carteles de la ECF en abril de 1975, quien vuelve a poner el acento del trabajo de Escuela en el dispositivo del cartel, recalcando que había razones teóricas que fundamentaban la estructura numérica de al menos tres personas más una, lo que en principio hace cuatro. Lacan lo fundamenta tomando la lógica nodal. Agregando, para nuestro desconcierto, que Lacan desea nuestra identificación al grupo.

Refiere que en ese año Lacan estaba dando su seminario R.S.I., en la clase del 13 de mayo, ubica que el número tres es “lo real”, a saber, lo imposible, lo real como consistencia lógica que puede mantener unidos los otros dos elementos. Lo real caracterizado por anudarse, el inconsciente es lo real en tanto que está agujereado, cita Roxana Vogler. El nudo borromeo como soporte de las distintas identificaciones y del cartel.

Se pregunta si habrá una relación lógica entre este elemento (real) agujereado, que anuda y el lugar del Más uno.

Una primera respuesta la encuentra en el mismo seminario: cita, “…el X +1 es lo que define el nudo borromeo a partir de que al retirar este 1, que en el nudo es cualquiera, se obtiene la individualización completa, es decir lo que queda, a saber, que de la X en cuestión no hay más que el uno por uno”.

Roxana Vogler nos aclara, que si extraemos este más-uno, el nudo se disuelve, quedando sueltos los registros. El más-uno se añade entonces por razones de estructura, es el elemento que otorga consistencia al nudo de tres y también el que da lugar a su desanudamiento. El más-uno cumple una función de anudamiento, sin pertenecer al conjunto, pero provocándolo, apunta a mantener juntos a los cartelizantes causados por un trabajo de elaboración de saber. Se pregunta cuál es la especificidad de su función.

Señala que es una función paradojal y compleja; no debe identificarse al líder ni al amo, tampoco al sujeto supuesto saber, ya que no es la posición del analista la que le conviene. Su función tiene más cercanía con la extimidad, excluido como Uno, pero provocando el efecto sujeto para propiciar la producción uno por uno, soporta el agujero en el saber. Entiende que esto mismo sería un tratamiento de las identificaciones.

Refiere la pregunta del texto de M. Bassols, con qué se identifica cada uno ante el colectivo del cartel. Reflexiona que, si ubicamos el qué, lo que queda identificado es el objeto causa, no el sujeto. El Más-uno toma a su cargo la división subjetiva, libera de ella a los cartelizantes. Lo que permite la decantación de un rasgo propio.

Roxana Vogler concluye que es una tarea imposible liberarse de todo efecto de grupo, por ello Lacan ofrece a los miembros de la Escuela la identificación con el trabajador decidido, suscitando saber, pero desde una posición analizante, refiriendo el objeto causa a otro lugar, su referencia más propicia es

Freud y Lacan. Aún en lo imposible de las identificaciones, lo posible no advendrá sin los otros.

Walter Capelli abrió la conversación reflexionando sobre la gran carga, el trabajo nada fácil que tiene que hacer el Más Uno. Interrogó los trabajos de todas las invitadas.

A Roxana Vogler, por su referencia a equiparar al Más Uno con el éxtimo, le pregunta cuál sería la diferencia entre ambos. Teniendo en cuenta que los que tienen éxtimo dentro de los carteles son los carteles del pase.

A Kuky Mildiner la interroga sobre las respuestas que ella misma se da cuando se pregunta adónde identificarse, la cita: “… al punto en que, con los otros, me se descompletado por lo real, prisioneros como somos sabemos nuestra condición de prisioneros, al punto en que bordeamos un Real con el saber que cada uno alcanza cada vez. La pregunta es si hay algo que lo asemeja al sinthome, en el sentido de que con ese rasgo que me tiene prisionero poder hacer algo diferente.

Walter Capelli ubica que Ángeles Córdoba habla de una identificación no segregativa. Él se pregunta si no es igual que identificarse al rasgo propio y qué haría que uno los excluya, aún con el rasgo propio. Continúa: ¿es función del Más Uno, pero sólo de él?

Por último, la pregunta al trabajo de Cynthia Barreiro Aguirre, es entre risas, porque ella tuvo la “osadía” de interrogar el título de la Noche de Carteles. Le parece muy buena porque nos volvió como una interpretación, reflexiona. El Más Uno es el que trata las identificaciones y eso se verifica cada vez. En el enigma que ella propone las dos cosas pueden ir a la vez. Que puede no ser lo mismo y que no va de suyo.

La participación del público con preguntas y comentarios permitió una elaboración interesante del tema tratado.

Entre los comentarios y las preguntas destaco las siguientes:

El concepto de cartel como caja de resonancia donde resuena la pulsión, el cartel aloja la pulsión. Se retoma la pregunta de Walter Capelli, si es un éxtimo el que hace de la dispersión de los no saberes de cada uno, lo que constituye un borde, y entonces sí se vuelve el cartel caja de resonancia, de un eco. Si es un éxtimo o un Más Uno. No está aparte. Es un provocador provocado.

El cartel empujado a partir de lo Real. La función del no saber que provoca el trabajo. El tratamiento de los restos de lo Real que es odio.

El Más-uno induciendo la división subjetiva y también el lugar de la causa.

A. Córdoba responde sobre lo Real del odio: lo Imaginario ya es un tratamiento de ese Real. Poder ubicarlo nos desenreda un poco de lo imaginario. Lo Real del odio es distinto al odio.

K. Mildiner se pregunta cómo se puede pensar en la práctica, cómo cernir los restos de odio en el cartel.

A. Córdoba ubica lo real del odio como fundamento y como resto.

R. Vogler pensó lo éxtimo no como homólogo al Más Uno, quien es un provocador provocado. Es quien tiene que ir a puntos de interrogación para hacer agujeros en la cabeza.

También se ubica que cuando se termina el cartel es cuando se ven los resultados, si hubo Más Uno, si se trabajó la identificación.

Quién vaya a ser el más Uno, el sujeto supuesto saber debe estar y también que tenga disponibilidad para ubicarse en el lugar del vacío.

De la relación de la función del Más Uno y la pulsión se dijo del carácter apremiante y cuestionador que debe tener quien lo encarne. Ser cuestionador y abrir el debate. Por estos medios, hay un tratamiento de las identificaciones por medio de la discordia.

Otro de los comentarios interesante fue el posible tratamiento de la pulsión de muerte del lado de lo Real del odio a través de la transferencia de trabajo como otro destino para la pulsión, ponerla al servicio de la causa.

Se hizo referencia a una frase de J. A. Miller del “Banquete de los analistas”: cuando venía un período de odio, lo hacía pasar hacia el trabajo a cielo abierto para lograr la elaboración de saber colectivo.

Hacer agujero con la dispersión, tomar los distintos aportes con eso agujerear, no hacer masa.

Se tratará entonces en el Cartel de cómo hacer jugar el propio agujero, cómo poner en juego el no saber, la castración.

Carmen Palmieri