4 Más uno

NUEVA SERIE #3

Alegría lacaniana

Belén Zubillaga

Hoy nos reunimos en la cuarta actividad preparatoria hacia las 31 Jornadas Nacionales de Carteles de la EOL, “Carteles: Movimiento de Escuela”, que como saben serán exclusivamente presenciales y en nuestra ciudad el 24 de septiembre en el Colegio Nacional. Y como vamos a abordar lo inédito, comienzo por situar lo inédito en principio de unas Jornadas que contarán con cinco actividades preparatorias con además el inédito hecho del trabajo inter secciones y delegación de la Escuela, en un cartel conformado por los responsables de carteles, impulsado por Lucas Leserre, a quien vuelvo a agradecer la iniciativa y el movimiento que produjo, tan necesario para nuestra Escuela y sus conversaciones.

Hablando de agradecimientos ,y antes de continuar, voy a nombrar y agradecer a los que las están haciendo posibles: mis compañeras en la Secretaría de Carteles: Stella López, María Adela Pérez Duhalde, Martina Petti y Yasmina Romano, a la comisión ad-hoc: Marisa Saad, Martín Sosa y Ana Simonetti, a las responsables de Volé, web y redes: Graciela González y Valeria Martínez por su colaboración en el armado y la difusión de los Faros, a Ariel Hernández (responsable de librería) y a Ana Piovano (secretaria y tesorera, que hoy además maneja el zoom) y a mis otros compañeros de Directorio José Lachevsky (director) y Christian Martín (biblioteca).

Y especialmente a Andrea Zelaya (presidenta de la EOL), hoy presente en esta mesa por su orientación y acompañamiento desde el inicio.

Ahora sí, 221 trabajos hemos recibido de cartelizantes practicantes del psicoanálisis, de los cuales alrededor de 70 abordan temas de Escuela y sus dispositivos: la admisión, el cartel, el control, el pase, la transmisión y publicación en psicoanálisis, la relación con los Institutos, el psicoanálisis aplicado y el deseo del analista. Cifra impactante, dado que demuestra que nuestra comunidad está ocupada en pensar cómo sostener y preservar el trabajo de Escuela y la formación del analista. Además de las inquietudes clínicas, presentaciones contemporáneas y los conceptos fundamentales de la orientación lacaniana.

La experiencia inédita del cartel es el título de esta noche. Tomaré, por un lado, qué hay del orden de la experiencia en el cartel y qué de lo inédito.

A mi entender la experiencia no alude a la trayectoria que un cartelizante pueda adquirir en el tiempo que transcurre el cartel, sino al cuerpo, ya que no hay experiencia posible sin él, remitiéndonos además a la experiencia del análisis. ¿En qué? Ya que no se espera de un cartel que el cartelizante hable de sí mismo ni que sea interpretado. Sin embargo, sabemos de los efectos que el paso por el cartel produce en el análisis y viceversa.

Podemos pensar, que es una experiencia comparable a la del análisis porque provoca el encuentro con la dimensión del S de A tachado, es decir con el hecho de que no hay Otro del Otro. Ambas experiencias, como dije, no son posibles sin poner el cuerpo. Por más virtuales que por momentos sean.

Lo que me interesa destacar en tanto experiencias, es que no se reducen al simple y eterno desciframiento producto del amor al saber, sino además a lo intransmisible de toda experiencia. Algo no puede ser dicho, ni contado, porque no se trata solo de una experiencia de saber.

Por último, agreguemos a estas dos experiencias, la experiencia de Escuela y la transformación en juego del sujeto, que las mismas conllevan.

Entonces, la experiencia, en tanto tal, pretende y produce una transformación, ya que como sabemos, no se sale igual, ni de un análisis ni de un cartel (si lo hubo).

Por otra parte, lo inédito tiene lugar allí, en ese pasaje, en ese transcurrir, que da lugar a lo nuevo.

Lo inédito[1] remite, además, al deseo del analista. El deseo de saber que surge en el analista y que debe conducirlo –como al más-uno– a ser abandonado[2], que es lo contrario a la demanda de amor. De hecho “el analista es el que responde a la demanda de amor con el deseo de saber” y “no se identifica con el sujeto supuesto saber”[3].

Así, la experiencia inédita del cartel conjuga cuerpo, deseo del analista y tiempo. Pero se trata aquí de la dimensión real del tiempo, no la de la eternidad. Sino la del tiempo topológico[4], que es circular, es el tiempo de dar vueltas, que espera en todo caso la contingencia y el momento de concluir, que precipita lo inédito.

Es Miller, quien nos anoticia de la desestimación de Lacan tanto del pasado como del futuro dice: “nunca hablaba del pasado, el pasado para Lacan parecía haber desaparecido, el futuro es una nebulosa, quedaba entonces el presente, vivido muy intensamente, cada segundo. Nunca vi a nadie reducir así a tabula rasa el pasado en una conversación”[5]. Encuentro allí el mejor ejemplo para pensar tanto la experiencia y como lo inédito.

Ni la eternidad del pasado ni la incertidumbre del futuro.

¿Qué tendrá que ver todo esto con el cartel dirán? En principio, creo que en ambos términos podemos situar el motivo y la intención tanto de la permutación como de la disolución del cartel, no solo para propiciar lo nuevo, sino para no eternizar ni el pasado, ni los mismos lazos.

En “El manifiesto por lo joven”[6], Andrea Zelaya destaca que el cartel no solo pretende una elaboración de saber singular como invención, ella, además, lo homologa a mi entender a lo joven, en tanto tiene por función, “hacer fracasar mejor lo antiguo que se repite en lo mismo, en lo instituido para pasar a una dimensión viva y aireada”.

Podría decir entonces, que el cartel es el dispositivo con el que cuenta la Escuela para mantenerse joven, no por el ideal contemporáneo de juventud sino porque permite salir del aburrimiento y el saber triste que ofrece el más de lo mismo.

Digamos que, si bien con el cartel la Escuela se mantiene joven, resulta necesario preguntarnos ¿cómo mantener joven al cartel? Tal vez una posible respuesta, se delimita en el intento de recuperar la función que pretendió Lacan de él como órgano de crítica y control y no tanto al fin del aprendizaje (los 70 trabajos que les mencioné pueden ser una pista).

Así reinventar el cartel, volverlo joven sería también un modo de combatir “el aburrimiento que produce el silencio de la crítica”[7].

El cartel es entonces, un dispositivo anti aburrimiento y anti tristeza, ya que el saber alegre no es el saber todopoderoso[8] sino el que hace pasar de la impotencia –de la tristeza- a lo imposible de saber.

La alegría lacaniana consiste en dar lugar al goce en el ejercicio del saber al tiempo que admite la extimidad de ese goce que no se puede reabsorber en el saber.

El Otro no existe, nos dice Lacan, pero el saber si existe, a condición de construirlo e inventarlo[9].

Los invito así a asistir a las 31 Jornadas Nacionales de Carteles de la EOL, con la alegría además que nos brindará el reencuentro.

NOTAS

  1. Lacan, J. (1973) “Nota italiana”, Otros Escritos, Buenos Aires, Paidós, 2010, p. 329.
  2. Miller, J.-A. (2011) El banquete de los analistas, Buenos Aires, Paidós, p. 417.
  3. Ibíd, p. 418.
  4. Miller, J.-A. (2012) El ultimísimo Lacan, Buenos Aires, Paidós, p. 184.
  5. Miller, J.-A. (2011) “El demonio de Lacan (entrevista)”, El Caldero de la Escuela, nueva serie, n. 16, Buenos Aires, EOL, p. 10.
  6. Zelaya, A. (2022) “Manifiesto por lo joven”, Lacaniana, n. 31, Buenos Aires, Grama, pp. 35-43.
  7. Miller, J.-A. (1994) “La Escuela al revés”, El caldero de la Escuela, n. 28, Buenos Aires, EOL, p. 38.
  8. Miller, J.-A. (1986) “A propósito de los afectos en la experiencia analítica”, Matemas II, Buenos Aires, Manantial, 1988, p. 163.
  9. Miller, J.-A. (1990) Cómo terminan los análisis, Buenos Aires, Grama, 2022, p. 150.