El título de la Noche de Carteles, “Marcas del más-uno”, anuda el trabajo del cartel y los efectos-de-formación (tema que el año pasado el Consejo Estatutario propuso como trabajo de Escuela). “Marcas del más-uno” pone de relieve que el trabajo del cartel es una vía regia a la formación analítica. El camino a la formación analítica no se produce per se sino que es provocado por la función del más-uno.
Miller en “Para introducir el efecto de formación” plantea que la formación es siempre más sutil cuando su fin no es solamente obtener la adquisición de saberes, sino también la aparición de ciertas condiciones subjetivas, una transformación del ser del sujeto. Es decir, no hay efecto-de-formación sin mutación subjetiva. En este sentido, tomo un fragmento de un trabajo que presentó una cartelizante, Maricruz Palacios, en el Banquete 2020. Su escrito me interesó porque testimonia que la formación analítica no tiene como objetivo formar, dar forma, sino que su política apunta a cernir lo real. La cito: “Una intervención del más-uno nos recordó el anudamiento epistémico y libidinal del cartel. ¡No todo era saber! Seguramente lo sabía ya, pero algo de esa intervención se hizo carne. El saber está agujereado en cuanto se trata de un saber singular, invención particular. Una sensación de ligereza me invadió: los efectos de esta intervención quedaron resonando en mi cuerpo (…) Mi rasgo: «El estatuto del síntoma» se modificó, interrogándome (…) ¿Acaso el saber se había vuelto sintomático como saldo de mi paso por el cartel?”[1]. El escrito de la cartelizante permite leer cómo el trabajo de un cartel puede hacer valer el deseo de saber y, de ese modo, promover el porvenir del psicoanálisis.
El trabajo de Escuela que proponemos para la Noche tiene la intención de extraer enseñanzas sobre lo que han elaborado, una por una, de la relación que se sostiene con el psicoanálisis y cómo ella ha devenido en un efecto-de-formación. Algunos interrogantes que pusimos al trabajo en la Secretaría: ¿Los efectos de formación dependen del uso que se haga de un cartel? Si hablamos de usos del cartel, debemos introducir la singularidad y la contingencia, por “la multiplicidad de causas y de lugares de formación, la complejidad de sus articulaciones dejan presagiar que se encontrará en el efecto un carácter paradojal”[2]. El más-uno debe encarnar la paradoja de dar coherencia al grupo y, a la vez, de descompletarlo, de restar la tendencia al ideal. Cabe preguntarnos, ¿el más-uno es el agente de la contingencia que preserva el vacío de una formación que no se cierra sobre sí misma ya que en su centro hay un no-saber sobre qué es el analista?
Si el más-uno hace pasar a los cartelizantes que el no-saber es la forma más elaborada del saber, ¿podemos ubicar un correlato entre el trabajo sobre el rasgo de investigación y el efecto-de-formación? ¿Qué efectos nos permiten constatar que allí hubo trabajo de cartel? Si el cartel es el órgano que propicia el pasaje de la moral del grupo a la ética del psicoanálisis, ¿promueve un trabajo de Escuela que se hace con analistas para hacer avanzar al psicoanálisis o un trabajo de Escuela para formar analistas?
La perspectiva del uso y la función del más-uno refieren a que el cartel es una práctica. Guy Trobas[3] señala que Lacan inventa el cartel, justo en la huella de su objeto a, y en plena inflación de las prácticas de grupo. El autor sitúa que si el trabajo en grupo excluye el discurso psicoanalítico como tal, es sustentable pensar que el cartel, que el más-uno y su provocación, podrían restablecerlo a título de un efecto de cambio de discurso. En la medida en que este efecto es correlativo a la emergencia del objeto, tenemos ahí una posibilidad nueva: la de la interrogación, la del acercamiento, del real en causa en el grupo. En cierta medida, como conclusión, podríamos retomar para el más-uno esta función que Lacan atribuía al cartel en relación a la Escuela: una función de gozne.
La Escuela como experiencia subjetiva es el lugar donde se propicia la formación analítica. Es por eso que Lacan, en la Sesión de Clausura en 1975, afirma: “se entra a la Escuela no a título individual sino a título de un cartel”[4]. Lacan lo manifiesta con todas las letras, estar en un cartel es estar en la Escuela. En “La puerta del cartel”, Bassols plantea con Lacan que no hay un adentro o un afuera, sino señala una topología que delimita una política analítica “… el único medio para que se entreabra es llamar desde el interior”[5].Y entonces ¿cómo entrar? Y… llamando desde el interior: “desde el cartel”[6].
Dada estas breves aproximaciones al tema de esta noche, doy la palabra a la mesa…
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