Primero quiero agradecer muy especialmente a Belén Zubillaga -que se encuentra al lado mío- por la invitación a esta noche preparatoria pero particularmente por todo el inmenso trabajo que viene realizando junto a su Secretaría de Carteles para el armado de lo que será las 31 Jornadas Nacionales de Carteles el próximo 24 de septiembre. ¡Trabajo que ha dado su fruto! ¡Llegaron más de 220 trabajos para las simultáneas!
También quiero agradecer a mis compañeros y compañeras de la Secretaría de Carteles del Directorio de la EOL. Junto a ellos nos constituimos como Cartel para realizar un trabajo epistémico y político sobre los Carteles. Mucho de lo que voy a decir hoy se desprende de ese trabajo colectivo. Los voy a nombrar: Claudia Caruncho, Fedra Cavanna, Sohar Ruiz, Gerardo Battista, Valeria Casali, Paula Gil, Roxana Vogler y Natalia Paladino. Además contamos con la colaboración ad-hoc de Julián Lastra en las redes de Carteles.
Además también quiero agradecer a los diferentes Secretarios y Responsables de Carteles de las diferentes secciones y delegación de la EOL, junto con ellos también nos cartelizamos y, por ejemplo, el título de las próximas Jornadas salió de ese Cartel.
De este modo Adrián Scheinkestel nombró el lugar del cartel para la Escuela en una conversación informal que tuvimos el domingo pasado luego de la finalización de la Conversación clínica junto a Esthela Solano Suárez.
Me gustó mucho esa manera de nombrar al cartel y su función en la Escuela, por eso la comparto hoy a la noche. No se me había ocurrido que el “órgano basal”[1] como lo nombra Lacan en “D’escuelaje”, que ese órgano podría ser el corazón de la Escuela.
Podemos decir que con casi 200 carteles declarados en la actualidad los carteles laten fuerte en la Escuela. Y aunque puede sonar cursi me arriesgo a decir que el cartel es el dispositivo privilegiado, inventado por Lacan, para llevar a la Escuela por afuera de sus fronteras, parafraseando a Fito Páez la Escuela se dirige afuera diciendo “vengo a ofrecer mi cartel”. Algo de esto se mencionó en la noche de carteles “Marcas del más-uno” del 11 de agosto de 2022, cito a Blanca Sánchez que participó esa noche: “para que la lógica de la Escuela entre en cada uno de los integrantes del cartel. En una singular topología, insisto, no se trata de entrar a la Escuela, sino que la Escuela entre en cada uno”[2]. Un ejemplo palpable de esto lo menciona J.-A. Miller cuando refiere que la lógica de la permutación, esencial en el cartel, luego se trasladó a la Escuela de la Causa Freudiana, hay que recordar que en la Escuela Freudiana de París los directivos no permutaban en sus funciones, a diferencia a lo que ocurre ahora en las siete Escuelas que constituyen la AMP. No creo, y este es un punto para conversar, que por ejemplo, asistiendo solamente a los seminarios o a las noches, la lógica de la Escuela “entre en cada uno”.
Es esta una de las apuestas que tenemos en esta gestión, llevar el cartel a las vecindades de la Escuela: Institutos, Universidad, hospitales, parafraseando la supuesta frase dicha por Freud al llegar a Norteamérica, nosotros decimos “Les trajimos el cartel”.
Jacques-Alain Miller en una conferencia que dio en la Universidad de Buenos Aires, hace más de 30 años, en 1991, titulada “El concepto de Escuela” se pregunta si se puede pensar la Universidad como ámbito apto para la constitución de carteles y responde: “¿Por qué no? Creo que Lacan inventó el cartel a partir de la Universidad. Es mi hipótesis. Conozco esto porque era estudiante en esa época. Habíamos inventado una Federación General de los Estudiantes de Letras, y Filosofía, en la Sorbonne. Se había inventado la idea de hacer pequeños grupos de trabajo, que tenían un nombre, ya no recuerdo cuál, porque era antes del ´68, en el ´64, y había un rechazo del curso de los maestros. La idea era que no había que estar escuchando, como ahora, una hora y media a un tipo que habla, sino que debíamos producir nosotros mismos saber, y generar una utopía, como luego la del ´68. […] Creo, esta es mi opinión, que Lacan retomó esa inspiración con el cartel, asentando bien la inspiración antijerarquía que había en la juventud de esa época. Creo que el cartel viene de allí”[3].
Lacan inventa el cartel inspirado en la juventud de esa época, con un espíritu antijerárquico y podríamos decir que con el cartel también Lacan apuntó a un público joven, como saben el primer cartel que se conformó tenía entre sus integrantes a un Miller con poco más de 20 años.
Este punto que traigo de Miller creo que es muy importante porque creo que abre un perspectiva diferente para pensar la relación entre la Escuela y la Universidad, ya que no solo se trataría de que haya psicoanalistas en la Universidad -cuestión que es muy importante como quedó en claro en la “Secuencia de los Presidentes de las Escuelas” que tuvo lugar luego del Congreso de la AMP de este año, donde quedó bastante claro que las Escuelas que no tienen una pata en la universidad tienen pocos jóvenes en esas Escuelas-, sino que además la Escuela pueda hacer mella en la Universidad llevando la experiencia inédita del cartel.
Voy a traer un ejemplo de esto bastante elocuente, cito un trabajo presentado en las Jornadas Nacionales de Carteles del año 2020 “El banquete de Carteles” de Micaela Parici titulado: “El cartel como punto de partida”: “Si bien una transmisión puede hacerse posible por medio de seminarios o grupos de lectura, en los que la lógica implicada es la del saber del lado del Otro; hay un dispositivo que funciona como punto de partida para una relación de los practicantes en Formosa con la Escuela. Experiencia que da cuenta de lo vivo y fundante. Un pasaje de «estudiar psicoanálisis en el marco de la Universidad», posición que se repetía muy bien en otros espacios que invitaban al lugar de «alumno»; a conformar un cartel siguiendo un circuito libidinal”[4].
No se trata de oponer el cartel a otras modalidades: seminarios, grupos de estudio, jornadas sino de resaltar lo “incomparable del Cartel” como dijo Andrea Zelaya en la noche “Marcas del más-uno”
Por supuesto, que por estar en un cartel tampoco es garantía que eso ocurra de por sí y por eso la función del más-uno se vuelve esencial.
Se trata de una función pero que tiene que estar encarnada, recordemos que a mediados de los ´70 hubo analistas de la Escuela Freudiana de París que postulaban que al ser una función el/la más-uno podía no encarnarse en alguien ya que sería una función que se generaría por el simple agrupamiento y Lacan responde[5]. Luego, en 1980, vuelve a dejar claro este punto, ya que: “[…] un Más-Uno que, si bien es cualquiera, debe ser alguien”[6].
En la sesión plenaria de las Jornadas de Carteles del año 1975 “Del Más-Uno y las matemáticas” Lacan define al más-uno como una infinitud latente[7] ¿cómo entender esta definición? Me apoyo en otra cita de Lacan para intentar dar una respuesta aproximada: “[…] nuestra concepción del concepto entraña que éste se establece mediante una aproximación […] que impone el cálculo infinitesimal”[8]. Es decir, nunca vamos a llegar a tener el saber total sobre un concepto, un saber cerrado y coagulado, sino que nos aproximamos a los conceptos como Aquiles a la tortuga, y esta sería una de las funciones del más-uno, introducir ese espacio, que siempre es infinito en la elaboración de saber que se produce en un cartel.
Ahora bien, Lacan mismo nos advierte no hacer de esta función un ideal, no existe tal ideal, ¿porque digo que no existe? Por la permutación, si esa función pudiese cumplirse siempre ¿para qué la permutación? Creo que con la permutación Lacan también nos advierte no hacer del cartel un ideal, dura dos años, no más, luego hay que pegotease con otros por dos años más para luego separarse y así otra vez y otra vez, ¿hasta el infinito?
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