Voy a servirme de una breve cita de J.-A. Miller en su texto “Cinco variaciones sobre el tema de la elaboración provocada”para transmitirles lo que a partir de la posibilidad de participar en esta noche de carteles, he pensado respecto a la función del más-uno en mi experiencia como cartelizante. La cita es la siguiente: “El trabajo es suscitado siempre por una llamada, una llamada de provocadores que va a buscar lo que es latente, y que llamando revela, véase crea”[1].
En mis primeros tiempos de haber ingresado a la Escuela, formaba parte de un cartel cuyo tema era La Escuela de Lacan. Interrogados por el recorrido de formación de cada uno de los que participamos en ese cartel, orientamos las conversaciones hacia dos puntos: las admisiones en la Escuela y la pregunta ¿Cómo es la Escuela de Lacan hoy? En cada uno de los dos años de trabajo del cartel, escribí y presenté escritos como estados de trabajo en las jornadas de carteles. Encuentro allí efectos de formación, pero no es este sesgo el que voy a tomar hoy. Me interesa situar una intervención del más-uno quien, al provocar la conversación en el cartel entrelazando estos dos puntos que menciono, me condujo a interrogarme sobre mi función como responsable de una comisión de trabajo de Escuela que en aquel tiempo llevaba adelante. No recuerdo las palabras que fueron dichas, pero sí lo que quedó revelado y los efectos que eso tuvo para mí.
Si bien no desconocía lo que está en juego en una comisión de trabajo, es decir la relación que cada uno de los que participa allí, tanto miembros como colaboradores, tienen con la Escuela; se había producido como un desanudamiento entre la lógica institucional y la lógica de Escuela, quedando esta última desplazada por el fragor de la tarea de gestión que nos mantenía muy ocupados.
Absorbidos por la pendiente de “todo” lo que hay que hacer, es decir aquello que forma parte del aparato institucional regido por la lógica del nombre del padre -soporte necesario para el funcionamiento de una Escuela en tanto institución- lo que quedaba, podríamos decir recubierto, era justamente el vacío que para cada uno es su propia relación con la Escuela y también con su Inconsciente. Tal como Miller lo ha subrayado en la “Teoría de Turín…”: “la doctrina secreta de Lacan sobre la Escuela ha sido la de intentar siempre una conjunción inédita entre lo analítico y lo institucional”[2]. En el trabajo de Escuela que llevábamos adelante con la comisión, no nos habíamos dado el tiempo y la oportunidad de hacer surgir de algún modo o de otro, la conversación en torno a la experiencia de Escuela, la de cada uno. Y fue allí justamente a donde tocó la intervención del más-uno en el cartel.
Siguiendo a Miller en el texto citado, podemos decir que al mismo tiempo que sostenemos que en la Escuela de Lacan no hay nada que no participe del “espíritu psicoanalítico”, también debemos considerar por esta misma razón que “ciertamente, puede ser incluso para defenderse, para removerlo, para negarlo”[3]. Es en este mismo sentido, a mi modo de ver, que Lacan subraya en la “Proposición…” que hay un real en juego en la formación misma del psicoanalista, y que las instituciones analíticas se asientan sobre ese real que puede provocar su propio desconocimiento. Les transmito de este modo, la paradoja en juego que se revela en la elaboración del cartel y que al revelarse, crea una tal incomodidad que, llevada al análisis y al trabajo en la Escuela, en el que estaba en ese tiempo y por cierto en los que siguieron después, produjo un efecto de cambio de discurso, al reintroducir el real en juego.
Siguiendo esta línea, me gusta la manera como Victoria Horne Reinoso lo trabaja en su texto titulado “Efectos de formación, entre cartel y pase” -publicado en la Revista Mediodicho 46. Ella nos recordaba que Lacan en su “Acto de Fundación”, habla de elaboración con respecto al cartel (“elaboración sostenida en un pequeño grupo”) y no de formación. Decir “elaboración” es que se espera un trabajo necesario para obtener un saber, que no está allí inmutable para que uno lo incorpore, sino que es un saber que se construye y que preserva el lugar del agujero. Por eso es un trabajo de elaboración provocada tal como intento transmitirles hoy, del que se pueden obtener efectos de formación.
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