Secretaría de Carteles: ¿Cómo aproximar el Cartel en la Universidad sin perder la perspectiva de que trabajar en un cartel es estar en la Escuela?
Marisa Morao: La pregunta conlleva una idea central para la política del psicoanálisis de la orientación lacaniana. Existe una congruencia entre el cartel y el concepto de Escuela. La Escuela -que es una experiencia pero también un concepto- se funda sobre un imposible, que tiende a ser negado por estructura. Y esto se emparenta con la perspectiva -tan delicada- de la noción de refugio para el discurso analítico, siempre al borde de ser arruinado por otros discursos que taponan lo real en juego.
Entonces, el dispositivo del cartel es una herramienta fundamental para llevar adelante el trabajo de Escuela, si sostenemos que la Escuela y el cartel son modos de funcionamiento planteados por Lacan para vehiculizar los efectos de formación del analista, que nunca es acabada. El cartel no trabaja solo, es un dispositivo impensable fuera de la Escuela, destinataria del producto de cada uno. Ser miembro de un cartel, trabajar en un cartel, es un lazo a la Escuela, y lo es a “vuestras expensas”. Implica que la práctica del cartel tiene consecuencias determinadas.
En esta perspectiva, pienso que podemos aproximar el cartel a la Universidad a condición de no olvidar que la Escuela se funda como una discontinuidad que apunta a cuidar el psicoanálisis, a protegerlo.
SC: ¿Considera que la propuesta de trabajo en carteles puede ser incluida en alguna experiencia universitaria? ¿Qué puntos de contacto y/o exclusión subrayaría entre la investigación de un rasgo de cartel y la investigación académica?
MM: Esta pregunta me lleva a pensar en el uso y la función del dispositivo del cartel en el siglo XXI, y en este sentido, vale interrogarnos acerca de si el cartel implica un modo de abrirse al discurso social, en este caso, en el ámbito de la universidad. Podríamos realizar el ejercicio de situar sus usos posibles e imposibles.
Como ustedes lo señalan, en la época en la que J. Lacan fundaba su primera Escuela, la idea del trabajo, de la formación en pequeños grupos, tenía lugar entre los estudiantes de la Sorbona, donde se invitaba a los estudiantes a trabajar juntos sobre una base igualitaria, sin los profesores, o con la menor cantidad posible de ellos. Era un modo de oponerse al curso magistral, práctica considerada reaccionaria; una especie de antecedente de una práctica “anti-autoritaria”. Para J.-A. Miller[2], este sesgo anti-autoritario se reflejó en una renovación del interés por los carteles luego que Lacan disolviera la Escuela en 1980 -como tratamiento del efecto de grupo-. De este modo, el cartel, considerado un “pequeño grupo”, deviene él mismo un tratamiento del grupo que se instituye como efecto de masa.
Siguiendo esta idea, podríamos incluir el trabajo en carteles en alguna experiencia universitaria, siempre que recordemos que la lógica del dispositivo apunta a tener en cuenta los efecto de grupo y a limitarlos lo más posible, ya que la lógica del cartel nos debe servir para ir captando el embrollo imaginario al que tiende todo grupo, que puede ser, por ejemplo, un efecto de hipnosis a raíz del cual “entendemos demasiado rápido” y nos dormimos en el saber. Esto incluye el trabajo del más uno, función encarnada por aquel que deberá atender los propios desvíos de ese cartel, pero no desde el lugar de un profesor o un maestro. La función del más-uno tiene toda su importancia en la lógica, ya que descompleta y despierta. Quien encarna esa función, debe empujar a la Conversación y no a un saber acabado.
Respecto a la segunda parte de su pregunta, considero que es un claro punto de contacto entre la investigación de un rasgo de cartel y la investigación académica, que el deseo que empuja a elegir e investigar un tema determinado -sea un rasgo de cartel, sea en una investigación académica-; pero no es el único.
Podemos hacer una distinción, en base a un ejemplo reciente: en la perspectiva de las próximas Jornadas Nacionales de Carteles, a partir de la presentación de una investigación sobre un rasgo de uno de los miembros de un cartel, conversamos sobre la diferencia entre un extracto de tesis universitaria y el producto de cada uno que será presentado “a cielo abierto”, en tanto este incluye los puntos de impasse, los tropiezos o los obstáculos de ese estado de trabajo singular, ya que la formación académica no es equivalente a los efectos de formación en psicoanálisis. El modo de funcionamiento del cartel apuesta a descompletar la formación del analista, que es contingente y no hace un todo, no se cierra sobre sí misma; es no-toda porque hay una hiancia estructural entre causa y efecto. Hay un real en juego en esa misma formación.
SC: ¿Cuál es el interés de los estudiantes en el psicoanálisis? ¿Ha cambiado en los últimos años? ¿Qué acciones considera de importancia que la Escuela puede llevar a cabo para acercar a las nuevas generaciones al psicoanálisis? ¿Podría contarnos alguna experiencia en ese sentido que considere valiosa?
MM: No hay dudas que el interés de los estudiantes por el psicoanálisis ha cambiado. Comencé a ejercer la docencia en la Facultad de Psicología en 1990, y de un modo muy general podemos dibujar un arco que va del interés por el inconsciente y sus efectos, al rechazo a la interpretación, mismo rechazo que vehiculizan y defienden las prácticas psi en la actualidad. Es por eso que una interlocución posible con los estudiantes supone no identificarnos al discurso del amo contemporáneo que los habita, promoviendo el rechazo a la enunciación singular (discursos de género y neurocientificistas)
Considero una apuesta interesante invitar a las nuevas generaciones a investigar y debatir sobre los síntomas del malestar en la civilización contemporánea que se perciben como temas de interés en los estudiantes: las problemáticas ligadas al Otro social, al lazo social, que incluye temas como tales como el racismo, la segregación, la exclusión; pero también hay interés por el tratamiento analítico de los modos contemporáneos del rechazo a lo femenino.
Para acercar a las nuevas generaciones de estudiantes al psicoanálisis, se requieren acciones orientadas por la siguiente cuestión: ¿cómo interpreta la orientación lacaniana los intereses de las nuevas generaciones? Serían acciones soportadas en la idea que Lacan aportó acerca de la transmisión de su enseñanza. Recordemos que es una “transmisión de un otro a otro, no a una masa de otros”[3].
SC: ¿Qué considera que convoca a los graduados a continuar su formación en la orientación lacaniana?
Estoy a cargo de una Práctica profesional de grado sobre violencia e intervenciones tanto en los dispositivos clínicos como en los sociocomunitarios. Algunos estudiantes la eligen por el tema -que suponen refiere a la violencia de género-, no por el marco conceptual.
No deja de sorprendernos -y de la buena manera-, el impacto que produce el encuentro con una serie de textos que utilizamos para orientar la lectura de los casos y las experiencias colectivas que ellos observan en las diversas instituciones -Hospitales, Centros de día, Casas de medio camino, etc.-. Entre ellos se destacan: “La psiquiatría inglesa y la guerra”, de J. Lacan; “Psicoanálisis y sociedad”, “Salud mental y orden público”, “Cosas de familia en el inconsciente”, “El racismo en la sociedad contemporánea”, textos de J.-A. Miller; Psicoanálisis y salud mental, o “Lo real y el grupo”,de Eric Laurent.
En este sentido, el cartel puede proponerse como un pequeño “laboratorio” sobre la civilización contemporánea -al modo en que Freud tomaba El malestar en la cultura como una hipótesis clínica de la subjetividad de la época.
Debemos apostar a la transferencia de trabajo hacia las nuevas generaciones poniendo en juego la experiencia de cartel. Es una experiencia del encuentro con la palabra del otro, lo que incluye su diferencia, es decir, lo imposible de ser puesto en común con el otro. Sería un modo de apostar también al “...uso político de los efectos-de-formación al servicio del psicoanálisis, de su porvenir, un uso que nos permita interpretar la civilización –que porta sus síntomas–, un uso que haga un poco de olas en una civilización cada vez más segregativa y por lo tanto menos sensible al discurso analítico”[4].
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