¿Cómo aproximar el cartel a la universidad sin perder la perspectiva de que trabajar en un cartel es estar en la Escuela? ¿Considera que la propuesta de trabajo en carteles puede ser incluida en una experiencia universitaria? ¿Qué punto de contacto y/o exclusión subrayaría entre la investigación de un rasgo de cartel y la investigación académica? ¿Cuál es el interés
de los estudiantes en el psicoanálisis? ¿Ha cambiado en los últimos años? ¿Qué acciones considera de importancia que la escuela puede llevar a cabo para acercar a las nuevas generaciones al psicoanálisis? ¿Podría contarnos alguna experiencia que considere valiosa? ¿Qué considera que convoca a los graduados a continuar su formación en la orientación lacaniana?
El profesor Osvaldo Delgado responde de manera integrada a las preguntas realizadas con el siguiente texto:
Queridos colegas de la Secretaría de Carteles de la EOL, ustedes dan cuenta de una afirmación de Jacques-Alain Miller, que es una gran orientación: “creo que Lacan inventó el cartel a partir de la universidad”[2].
Ciertamente, el Cartel y el Pase son dispositivos fundamentales de una Escuela de analistas. Pero debemos considerar, respecto al cartel, dos cuestiones fundamentales, en su diferencia con el Pase.
Existieron y existen carteles fulgurantes y carteles ampliados. Esto implica que el cuatro más Uno y que la experiencia deba ser de dos años, no remiten al fundamento ético del cartel.
Por otra parte, confundir universidad con discurso universitario es un debate ya zanjado en nuestra comunidad hace tiempo.
He escrito para el texto recientemente publicado en Lacan hispano, un capítulo denominado “El psicoanálisis y los universitarios”[3], donde saldo absolutamente esa cuestión.
Debo recordar que, hace unos cuantos años cuando fui secretario de carteles de la EOL, impulsé, con la aprobación del Consejo Estatutario, carteles hospitalarios y carteles interdisciplinarios. Fue una experiencia herética, con resultados muy fecundos, de los cuales hay testimonios.
En la actualidad, en la universidad existen dos problemáticas muy serias, que hace una década no existían.
Una es el cuestionamiento al psicoanálisis por parte de las teorías de género y de la psicología comunitaria. La otra, más potente y más subsidiada, refiere al neurocognitivismo.
Un ejemplo contundente: en las materias electivas cognitivistas se inscriben más alumnos que en las psicoanalíticas.
Introducir este dispositivo entre los alumnos es una excelente idea, preservando que el más-uno sea un miembro de la Escuela.
A su vez quiero despejar una cuestión: los que realizan la llamada “investigación académica” también tienen inconsciente y fantasma.
O acaso, ¿la enseñanza en psicoanálisis no está sujeta al punto en que cada uno llegó en su propio análisis?, realice esa enseñanza en una Escuela o en una Universidad.
En El Seminario 10 La angustia, Lacan formula: “me dije que no era un camino equivocado, para introducir el deseo del analista, recordar que está la cuestión del deseo del enseñante”[4].
Se trata de la cuestión de que precisamente el psicoanalista, en tanto enseñante, está en posición de analizante, es decir, “a no producir nada que se pueda dominar a pesar de la apariencia, sino a título de síntoma”[5].
Por lo tanto, un psicoanalizante solo puede ser un universitario a condición de renegar del acto analítico mismo.
Pero en un cartel, la función del más-uno, miembro de la Escuela, tiene un valor fundamental, crucial, para sostener el discurso analítico.
Que la Escuela sea un refugio ante el malestar en la cultura de cada época, también implica lo inédito de carteles en la universidad.
Por todo lo expresado, apoyo esta iniciativa de la Secretaría de Carteles.
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