4 Más uno

NUEVA SERIE #4

No hay seguro de amor[1]

Fernando Vitale

A mí siempre me interesó ir un poco al contexto en que advienen los significantes que luego usamos cotidianamente. Creo que por esa vía podemos al menos intentar hacerle un poco la contra a esa maldición que hace que imperceptiblemente vayan transformándose poco a poco -como decía Lacan parafraseando al poeta Mallarmé- en esas monedas gastadas que nos pasamos en silencio de mano en mano.

Eso nos permite al menos advertir que esos significantes no están allí desde siempre en el Otro del Otro esperando ser descubiertos, sino que son el resultado de un deseo vivo, de una invención.

Al respecto siempre me interrogó lo que Lacan plantea en "Situación del psicoanálisis en 1956" cuando dice que su experiencia en la lPA le hizo ver algo en lo que Freud no se había interrogado lo suficiente. Lo nombra así: "la cuestión de las vías particulares que la transmisión de su doctrina exigía de la institución que debía asegurarla"[2].

Detengámonos un momento. ¿Por qué habría de tener relación la transmisión de la doctrina psicoanalítica, con el modo de organización colectiva que se dan los analistas entre sí?

Eso no es algo obvio en absoluto.

Unos años después, en la "Proposición…", Lacan afirma que con el concepto de Escuela piensa que instituyó una sola novedad, la distinción de la jerarquía y el gradus y que esa sola novedad implicaba para él -nada más ni nada menos- que lo que llamó la solución del problema de las Sociedades analíticas[3].

Vemos entonces que Lacan veía una relación no circunstancial sino intrínseca entre el atascamiento y las desviaciones que sufría el psicoanálisis, con la jerarquía que reinaba en dichas Sociedades.

Pero detengamos un momento, ¿qué entendemos por jerarquía?

La noción de jerarquía es un modo de organización colectiva intrínsecamente ligada a una noción de valor. El establecimiento de una jerarquía es lo que permite organizar y ordenar a un conjunto de individuos en una escala subordinante según la unidad de medida en que se establezca su lugar relativo dentro de dicha organización.

Vemos así que la llamada jerarquía implica la subordinación de la organización colectiva bajo la lógica del Todo y su ineliminable patrón de medida que, como sabemos, no es otro que el del falo. Pero no perdamos de vista lo fundamental y es que esa no es otra que la política que ha organizado a los conjuntos humanos al menos desde el nacimiento mismo de la historia que, como nos enseñó Lacan, no es otra que la historia del discurso del amo.

Nada raro ni extraño entonces, por supuesto.

Pero ¿por qué eso podría convertirse en un veneno mortal para la supervivencia misma del psicoanálisis?

La respuesta que da Lacan, es que el saber en esa lógica no puede funcionar sino como puro valor de cambio y quedar inserto entonces en el despliegue incesante del juego de prestancia y astucia competitiva inherente a ella.

A eso Miller lo nombró como necesaria deriva mutualista de la que nunca estaremos completamente a salvo[4].

¿Pero por qué no podría ser eso algo meramente circunstancial y no determinante respecto al porvenir del psicoanálisis?

Eso es lo inmenso del planteo de Lacan.

Nunca se perderá el tiempo volviendo a reflexionar en ello.

El efecto de grupo

Lacan distinguió algo que en una primera aproximación no resulta en absoluto evidente y es la diferencia entre lo que considera el lazo que colectiviza a los analistas entre sí y eso que denominó efecto de grupo.

¿Pero a qué llama Lacan allí el efecto de grupo? "Mido el efecto de grupo según lo que añada de obscenidad imaginaria al efecto de discurso"[5].

Dice allí Lacan explícitamente que lo que denomina obscenidad imaginaria es nada menos que el real del cual la IPA ha vivido como grupo.

Lo cito: "Esta vida de grupo es lo que preserva la institución llamada internacional y lo que intento proscribir de mi Escuela"[6].

Vemos entonces que esa obscenidad imaginaria no es sino un modo nuevo de nombrar eso mismo a lo que antes había nombrado como el problema de la Sociedad analítica.

El nudo cartel-pase

Si nos remitimos a ese contexto, podemos acercarnos con más precisión al deseo en juego detrás de la invención de esos dispositivos que Lacan aspiraba pudieran funcionar como tratamiento del efecto de grupo para que no haga obstáculo al despliegue de la transferencia de trabajo propiamente analítica.

Por supuesto que dicha transferencia, que no es otra cosa que el amor, no estará nunca garantizado por ningún reglamento. Pero lo que se ofrece allí a cada uno, más que un espacio en el que hacerse valer con el saber, es la posibilidad de que al saber recibido lo pueda renovar por su ejercicio como aspiraba Lacan[7].

Entiendo así lo que Miller llama reinventar el psicoanálisis[8].

Si el saber no se renueva por su ejercicio, se transforma en un saber seco solo apto para alimentar los semblantes del sujeto-supuesto-saber.

La experiencia de Escuela no se reduce al Uno por Uno sino que apunta a poder hacer conjugar al uno por uno en una experiencia colectiva que permita que lo que cada uno no puede obtener sino en soledad, pueda contribuir a hacer avanzar el trabajo del conjunto.

En síntesis, la vida de la Escuela -a diferencia de la vida de grupo- se constata cuando las unas soledades -permaneciendo unas- experimentan sin embargo ese algo indecible que las anuda en una real experiencia colectiva… no-todista.

NOTAS

  1. Lacan, J. (1972) "El atolondradicho", Otros escritos. Bs. As., Paidós, 2012, p. 500.
  2. Lacan, J. (1956) "Situación del psicoanálisis en 1956", Escritos 1. Bs. As., Siglo veintiuno, 1985, p. 468.
  3. Lacan, J. (1967) "Proposición del 9 de octubre sobre el psicoanalista de la Escuela", Otros escritos, op. cit., n. 1, p. 261.
  4. Miller, J. -A. (2000) "Intervención sobre el mutualismo", La erótica del tiempo y otros textos. Bs. As., Tres Haches, 2001, p. 70.
  5. Lacan, J. (1972) "El atolondradicho", op. cit. n. 1, p. 499.
  6. Ibid.
  7. Lacan, J. (1972-73) El seminario, Libro 20, Aún. Bs. As., Paidós, 1992, p. 117.
  8. Miller, J.-A. (2000-01) El lugar y el lazo. Bs. As., Paidós, 2013, p. 21.