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NUEVA SERIE #4

Entrevista a Vanesa Otero*

Secretaría de Carteles: ¿Cuál es el aporte distintivo que podría tener el cartel en la investigación y formación en el ámbito hospitalario?

Vanesa Otero: En los servicios de internación del hospital Borda rigen el orden médico y el discurso universitario. Una vez más, el cartel podría ser la oportunidad de no quedar tomado por rigor semejante. Puede aliviar el insaciable furor curandis que Freud advierte. A la vez que puede evitarle a uno quedar montando la máquina de producir saber sin encontrar manera de bajar de allí.

El trabajo de cartel en el hospital aporta a la formación del analista incluyendo las presentaciones clínicas actuales, produciendo un saber nuevo sobre ellas, pero opera en la posición del cartelizante ahuecándolo, por las características del cartel mismo.

Participo de un cartel acerca del semblante en el que se puso sobre el tapete la "función de intérprete en la discordia de los lenguajes" que tiene el analista. Desde allí pude pensar que "unir a su horizonte la subjetividad de su época"[1], hoy por hoy en el hospital, es dialogar con el discurso médico, con el discurso jurídico y con el asistencialismo. Mi rasgo, el deseo del analista, me permite sostener ese intercambio, manteniendo mi intervención "a la mayor distancia posible del I"[2] de la época. El cartel habilita hacer de intérprete de estos discursos, a la vez que mantener la distancia necesaria para no identificarme ni quedar fagocitada por ellos.

S.C.: ¿Puede ser el cartel un modo de tratamiento del malestar institucional?

V. O.: En una sala de internación del hospital Borda, el malestar institucional es, por sobre todas las cosas, lo real de la psicosis en su máxima expresión. Para mí, se trata de la demanda insaciable, absoluta, de cualquier cosa o de una indialectizable cosa, que insiste y retorna una y otra vez. Demanda que me recibe, se me dirige directamente y que no cesa de insistir cada vez que ingreso a dicha sala: un permiso de salida, un llamado, cargar el celular, cigarrillos, dinero, el documento, "¿habló con mi mamá?", "¿llamó a mi acompañante terapéutico?", "¿sabe si me salió el traslado?", y hasta el tan preciado "¿puedo hablar con usted?".

El trabajo de cartel me reafirma que hay psicoanálisis si hay del deseo del analista, más allá del dispositivo psicoanalítico. Distinguir dispositivo analítico de deseo del analista me redirige a la indicación lacaniana de no retroceder ante la psicosis y me interroga de qué manera es posible allí, en esa sala, hacer existir el psicoanálisis, agujereando aquellos otros discursos que mencionaba antes, que reavivan lo incolmable de esa demanda.

Para Lacan, para que haya psicoanálisis, tiene que operar el deseo del analista. Porque tal como él lo define, "es aquello que la vuelve a llevar a la pulsión, refiriéndose a la demanda, y, por esta vía, aísla el objeto a, lo sitúa a la mayor distancia posible del I, que el analista es llamado por el sujeto a encarnar [3].

Me recuerda la escena en la que Jorge, su primo, le dice a Viridiana, la protagonista del film homónimo del director Luis Buñuel: "No le extrañe que me divierta a mi manera", destacando el fracaso del asistencialismo y el triunfo del goce. El trabajo de cartel destaca y aviva el deseo del analista. Aún en una sala de internación del hospital Borda, distancian al analista del Ideal de ofrecerse a colmar esa demanda, aislando de ella el objeto a de la pulsión, habilitando así una maniobra que pone al objeto a a circular en un discurso que puede inaugurar un delirio restitutivo de cierto lazo social, menos enloquecedor.

NOTAS

* Lic. en Psicología. Hospital Interdisciplinario Psicoasistencial José Tiburcio Borda, ciudad de Buenos Aires.

  1. Lacan, J. (1953) "Función y campo de la palabra y del lenguaje en psicoanálisis", Escritos 1. Bs. As., Siglo veintiuno, 2008, p. 309.
  2. Lacan, J. (1964) El Seminario, Libro 11, Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis. Bs. As., Paidós, 1990, p. 281.
  3. Ibid.