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DE CARTELES

XXXI Jornadas Nacionales de Carteles

Actividades preparatorias

Reunión Nacional de Carteles "Travesías y escollos del Cartel"

4 divertimentos + 1 una paradoja

Andrés Romero

Para pensar hoy la cuestión de los carteles les propongo una serie de divertimentos. Si seguimos a Lacan, si hace serie, entonces es serio. Y los divertimentos (los matemáticos, les confieso, me encantan) a veces arrojan conclusiones serias. Veremos si es el caso…

¿Y, por qué no, una paradoja? Sabemos, no hay lógica que las erradique.

En fin, los divertimentos en cuestión consisten en intentar aplicar a la arquitectura del cartel, con sus lugares y funciones, la arquitectura de los discursos. Veamos si la construcción se sostiene.

1: Representarse por el rasgo

Cuando cualquiera de nosotros se inscribe en un cartel, no basta con colocar su nombre junto a otros y elegir un tema de interés, sino que hay que inscribir el rasgo. Entonces, cada sujeto cartelizante se representa por su rasgo. ¿Por qué no escribir este movimiento haciéndolo coincidir con el lado izquierdo del discurso del Amo? S1/$.

Ahora bien, las más de las veces, para comenzar a trabajar, leemos algunos textos. Es decir, ponemos algún saber en relación a nuestro rasgo. Entonces, conectamos ese rasgo con un S2. Seguimos la flecha superior del discurso. ¿Qué se produce entonces?En el lugar de la producción del discurso del Amo se escribe el objeto a. De todas las lecturas posibles de este matema, una es la de una consistencia heterogénea al saber. Tomémosla de este modo: una carga libidinal. Lo que empezó por un sujeto, que se representa por un rasgo y se dirige, con otros, a un saber… ¡produce un afecto!

Bien, hay un cartel en marcha…

2: Si, pero…

En algún lugar del Seminario 17, Lacan dice que el saber no progresa por ningún deseo de saber. Recordemos: si hay algo que caracteriza al ser hablante es la pasión de la ignorancia. "Ignorance is bliss" dice un dicho anglosajón.

Retomando a Lacan, el saber progresa por el discurso de la histeria.

Es un punto muy interesante para pensar la diferencia entre un cartel y un grupo de estudio, sin desmedro alguno del segundo. En un grupo de estudio se trata de transmitir, pedagogía mediante, un saber establecido. Digo "sin desmedro" porque ese saber es necesario. Huelga decir que Freud ubicó el estudio como uno de los vértices de la formación del analista.

Pero en un cartel se trata de "producir saber", para luego ser discutido y puesto a prueba. El saber en el lugar de la producción… se ubica en el discurso de la histeria.

Pero el lugar de la producción está siempre teñido de una pérdida, por lo que el saber que se produce nunca se totaliza, nunca concluye por sí sólo…

El discurso histérico produce saber… pero escamotea el objeto. Si no se produce en el algún momento un corte que lo presentifique, tal vez estemos en la perspectiva de un cartel interminable.

3: Entre lo que falta y lo que no hay

¿Cómo pensar la estructura del discurso analítico, en relación al cartel? En un texto maravilloso que tituló "Una fantasía", Miller utilizó la escritura de este discurso para formalizar el capitalismo. ¿Por qué no? Comanda el plus de goce… Pero si el mismo objeto sirve para pensar cosas tan distintas como el empuje al consumo y el lugar del analista, es porque "a minúscula" puede leerse de muy diferentes formas.

Por un lado, el objeto en su cara de falta-plus-de-gozar, empuja a la producción. Pero es necesario que también se ubique como presencia de lo que "no hay". Sin ese "no hay" en el horizonte, el cartel puede deslizarse a toda clase de efectos imaginarios. En el seminario de la angustia, justamente Lacan presenta al objeto como lo que rompe la completud de la imagen, y como pieza separada de ningún todo.

Entonces, pensemos en nuestro cartel, esas tres funciones como necesarias: como plus de goce, empuja a producir, como falta en lo imaginario, descompleta el grupo, y como pieza separada de ningún todo, hace obstáculo al empuje a un "todo saber".

4: Y ¿ahora?

Una frase que siempre me resultó llamativa, es una con la que Lacan se dirige a su audiencia en una clase del Seminario 18: "Ustedes son mi plus de gozar". Me llamó la atención, porque solo hay un discurso en el que se le habla al plus de gozar. Es el discurso universitario.

El analista, en su práctica, no habla desde su saber, sino que se presta a que el saber se le suponga, pero dado que los productos de cartel son llevados a Noches de Carteles, Jornadas, etc. se trata en esas instancias de hablar desde el saber, ya no supuesto, sino expuesto. Es ese saber, producido en el cartel y expuesto en la comunidad el que es discutido y puesto a prueba. En ese momento, ya no se trata de un trabajo en grupo, sino de hablar en nombre propio. Podemos leer de esa manera el lado izquierdo del Discurso Universitario (S2/S1). No es, claro está, el nombre propio en la forma del experto, sino de que cada producto es de uno y no es anónimo.

Entonces, ¿qué aparece en el lugar de la producción? ¡Sujetos divididos! (o por lo menos esa es la apuesta). ¿Por qué no ser optimistas y ubicar aquí a esos sujetos divididos que pueden pegotearse un rato con otros y continuar haciendo girar el remolino?

+1: Una paradoja

Esta pequeña paradoja surgió conversando con algunos colegas sobre la elección y el lugar del más-uno. Hace un tiempo me enteré de que en alguna época se discutió si este lugar debía o no estar ocupado por alguien, y cómo elegirlo. Lacan deja claro que el más-uno lo eligen los cartelizantes. Pero también que su función no es la saber sobre el tema. Bien podría ocupar este lugar alguien que no supiera nada al respecto.

Sin embargo, ¿cómo se lo elige? Las más de las veces por transferencia. Pero, justamente, el resorte de la transferencia es la suposición de saber.

Entonces, el lugar del más-uno es un lugar paradojal. Se le supone saber, pero no está allí a título de ponerlo en juego. En esto, la posición puede pensarse análoga a la del analista.

En este sentido, la forma de llevar adelante esta paradoja, tendrá que encontrar cada vez una solución singular, y con arreglo al estilo de cada quién.

El punto de incluir en su núcleo la necesidad de una solución singular, hace de cada cartel una travesía única.