Reunión Nacional de Carteles "Travesías y escollos del Cartel"
Belén Zubillaga
Primero que nada agradezco y celebro esta reunión, y la invitación de Lucas Leserre Secretario de Carteles de la EOL– de convocarnos a un trabajo conjunto y periódico, para pensar los síntomas, los obstáculos y el trabajo de las distintas Secciones de la Escuela.
Cuando pensamos esta actividad, orientados por la inquietud de cómo causar y movilizar a los cartelizantes a la travesía de las Jornadas Nacionales de Carteles nuevamente presenciales, advertimos el refugio en el que se ha convertido el trabajo virtual, ya sea para el trabajo de los carteles como para su detención.
Hace poco alguien me comentó –haciendo eco de una inquietud ajena– ¿para qué ir a una actividad busca cartel si lo puedo arreglar con un mail? Reduciendo lo que podría ser todo un acontecimiento: vestirse, trasladarse, pensar quién estará, qué decir, subir la escalera caracol de la Sección, incluso ser la única que asista. O seguir de largo, no entrar, para tratar de animarse la próxima vez. Desde ese día me quedé pensando ¿para qué? y fue uno de los argumentos para pensar la presencialidad plena en las jornadas.
Más allá de lo fabuloso que fue contar con lo virtual en la pandemia para seguir navegando, considero que conviene ver allí un posible escollo que puede velar lo que no conviene.
Tras ese ¿para qué? Vinieron algunos más. ¿Para qué un cartel? ¿Para qué inscribirlo? ¿Para qué sostenerlo dos años? ¿Para qué no fulgurante? ¿Para qué disolverlo a tiempo? ¿Para qué escribir un producto?
Nombro algunos de los escollos con los que nos encontramos para luego arriesgar algunas respuestas. Los enumero para que pensemos juntos.
Podría resumir la primera cuestión del mail con la rápida comparación con el análisis y el "poner el cuerpo". No creo que sea suficiente, implica a otros, muchos otros. Sigamos…
¿Para qué el cartel en lugar del grupo por Zoom? ¿Para qué dos años si a veces en cada encuentro se gira en redondo "sin avanzar"?, como también escuchamos decir. ¿Para qué seguir los cinco en soledad y en cierta intimidad – por más éxtima que sea – en lugar de mostrar "lo que sabemos"? ¿Para qué seguir si ya está inscripto y puedo presentar? ¿Para qué escribir si ya tengo un nuevo recorrido?
Y las respuestas la encontré en los círculos. En el círculo amarillo de la obra de Gabriela Boer que luego replicamos para aludir al movimiento de Escuela en nuestro flyer. Que destaca ese girar en redondo. En esa imagen que no sabíamos si era un pez o una llave y le decimos de modo delirante: "pez llave", con trama perfecta de zig-zag casi hipnótica de trazos que van para el mismo lado, todos iguales, hasta que algo rompe esa armonía. Ese círculo se recorta, irrumpe, perfora, ahueca, dando la idea de que se quitó o que nunca estuvo.
Hoy me sirve para pensar ese girar en redondo insoportable del cartel, que sustituye al que dicta saber y al que anota. La respuesta a los escollos y al salir despavorido.
Solo mirar ese círculo inquieta, lo demás pacifica pero es dormitivo, masificante y siempre lo – o los – mismos. Algo de esa inquietud permanece y sostiene el trabajo en cartel y su para qué. No es un elogio al mareo, ni a la pérdida de tiempo, ni al no aprender nada: es un intento de pensar que sin bordear ese agujero que implica el círculo y su movimiento no se produce algo inédito, por fuera de la repetición y lo ya dicho. Porque ese círculo – sin meternos en la geometría ni la topología – es la imagen que no existe, del agujero en el saber, que moviliza la Escuela. Un circular que no es el del discurso del amo1, que aspira a que nada estorbe la marcha.
Tomando las palabras de Luis Tudanca2 en las XXII Jornadas Nacionales de Carteles de la EOL, un cartel se define por su particular deseo de bordear el agujero de la no relación sexual, donde la única identificación sería a ese algo que no se sabe lo que es: el agujero.
Por último ¿para qué escribir? que es el sentido de esta reunión, ¿para qué presentar en las próximas Jornadas? Primero, para que ese trabajo se transfiera, idea clave para pensar la transferencia de trabajo que sostiene los lazos en la Escuela. Introduciendo además así el aspecto libidinal del cartel. Para que ese trabajo sea transferido a otros, que a diferencia del análisis y el control, solo puede transferirse de uno a uno. Trasferir algo más que solo los resultados del trabajo, transferir el propio estilo3, como gustaba decir Lacan, más allá de los contenidos. Eso implica transferir trabajo.
Por otro lado no es posible tomar contacto con la inexistencia de ese saber del que hablaba sin la escritura4. Es solo a través de ella que se inventa un saber en lugar del parloteo de la verdad y del amor al saber.
Concluyo con una pregunta: ¿es porque escribimos que podemos decir algo nuevo, o porque ya no somos los mismos que éramos antes de entrar a un cartel que podemos hacerlo?
Habrá que hacer la prueba…
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